EL estado de la ciudad de Cádiz es sorprendente y merece un sesudo debate. Hablar cada cierto tiempo de todo, para que no se resuelva nada. Aprobar acuerdos para no cumplirlos. Convocar un pleno extraordinario, a principios de julio, en vez de organizar una buena tanda de vacaciones para irse sosegadamente a las playas; o viajar, que siempre se aprende. Ya han pasado más de dos años, lo que significa que faltan menos de dos años. Entonces será el crujir de dientes. Y ya se verá quién ríe el último o la última. Tampoco se sabe quiénes serán los candidatos y candidatas de los partidos. Ni falta que hace. Lo esconden como si fuera un tesoro.

El estado de la ciudad de Cádiz es aburrido, porque no hay voluntad real de moción de censura al alcalde González. Tan sólo hay artificios en los plenos. De vez en cuando, Pérez Dorao manda a alguien a hacer puñetas de un modo educado. O Ignacio Romaní se enfada. O Fran González medita que el sanchismo era eso: apoyar a Kichi como colega. Se ha consensuado una discreta provisionalidad de cuatro años. Un pacto de no agresión. Excepto que alguien se vaya de la lengua, y lo condenen en los tribunales.

El estado de la ciudad de Cádiz puede ser ruinoso. Así está el parking del Campo del Sur, y el parque móvil (que parece los bajos de una infravivienda), y tantas calles con baches, y tantas obras que se debieran ver y no se ven. La Plaza de Sevilla intacta, la carretera industrial virginal… David Navarro repasa las cuentas de la lechera. Cádiz Norte se parece aún más a La Habana Vieja, no por las habaneras de Antonio Burgos y las fotos de Kiki, ni por los viajes de ida y vuelta de Barroso, sino por los desconchones y el abandono. Sólo faltan esos carros o coches ancestrales que delatan el tiempo perdido.

El estado de la ciudad de Cádiz es aletargado, y no se ve un obrero en una obra pública. Así se reduciría el paro. Tampoco se ve el carril bici, ni se inauguran las obras ya terminadas, como la estación de autobuses. A la Junta de Andalucía se le ha contagiado el dengue de la burocracia.

El estado de la ciudad no es como antes. ¡Con ella vivíamos mejor! Eso dicen en ciertos cenáculos, mientras le sonríen a Kichi. Y que hay más cucarachas en Cádiz este año. Incluso más ratas. Puede que hasta más mosquitos. Y las gaviotas merodean hambrientas por las playas. Decían que era una ciudad libre para animales, y cada semana hay más. Ni que fuera un zoológico. Y con cada medalla se monta una bronca.

El estado de la ciudad es irreverente, insólito, inútil e imposible. Fin de la cita.

José Joaquín León