LA visita de los Reyes a Londres fue bonita mientras duró. Muy glamurosa, con esas imágenes espectaculares de los paseos junto a la reina Isabel II. Hola, Hola y Diez Minutos. Nuestra reina Letizia ha sido portada del Times y ha dejado el listón bien alto. En menos de un mes, el Rey ha tenido ocasión de saludar a nuestro gracioso alcalde González (sin corbata) y a Su Graciosa Majestad (con todos los avíos). Simpatía que no falte. Aparte de pasear junto a Isabel II, , Felipe VI pronunció un discurso en la Galería Real del Palacio de Westminster. Ante las dos Cámaras británicas. En ese escenario tan rígido, el Rey dijo lo de siempre: hay que dialogar para resolver el conflicto de Gibraltar.

Basta con repasar la reacción furibunda del ministro principal gibraltareño, Fabián Picardo, para entender que no será fácil. Se arrancó con una furia que no se ha visto ni en los sanfermines. ¡Tampoco era para tanto, hombre; no hay que ponerse así! Esas insinuaciones se dicen porque forman parte del discurso, igual que lo de la salida del Brexit con garantías para todos, o las excelentes relaciones bilaterales. Nuestras enfermeras y sus turistas merecen un poquito de consideración. Hay negocios en juego. También recordó que España y el Reino Unido tienen unas monarquías parlamentarias  “con un firme compromiso con la pluralidad y la diversidad”. Lo que no quita para que Cataluña y Escocia se parezcan en algunas pesadeces.

Tiene razón Picardo cuando dice que no es sólo un problema entre británicos y españoles, porque también están ellos, los yanitos, que viven ahí. En este contencioso pasa lo mismo que en Cataluña: lo han montado los políticos. Probablemente, si en Cataluña y en Gibraltar no hubiera políticos, tampoco habría contencioso. Pero a ellos les viene bien. ¿De qué viven Puigdemont y Picardo? Pues del cuento del contencioso. Se buscan enemigos, para que les hagan el juego; y cuando no los hay, se inventan. Los pérfidos españoles colonialistas, que los exprimen y oprimen, en realidad son una fantasía para mantener vivo el conflicto.

Resolver lo de Gibraltar es complejo, porque no hay voluntad de acuerdo. Existen otros intereses añadidos, como el contrabando, la fiscalidad dudosa, la mano de obra barata e irregular, o el turismo costero. Todos se benefician de la situación. Pero al menos esta visita ha servido para algo: para que en los telediarios se vea la diferencia entre tener un Rey constitucional o un presidente como Maduro. Y es que no todo el mundo está maduro para ciertos cargos.

José Joaquín León