LAS algas asiáticas están invadiendo las costas de Cádiz y es una pena. Las algas asiáticas empezaron a crear problemas en 2015, por lo que ya han cumplido una década dando por saco en las playas gaditanas. Los sacos de algas se recolectan por toneladas. Es un gran desperdicio. Y, para colmo, según ha explicado la consejera de Medio Ambiente, Catalina García, todavía no se pueden comercializar, por unos problemas burocráticos, y hay que esperar varios meses. A ver si se espabilan en el Ministerio. Pues lo que se debe hacer es lo que dijo Pedro Sánchez: transformar la necesidad en virtud. Si los kilos de algas asiáticas se pagaran, la Caleta estaría por las mañanas como si aparecieran los duros antiguos.

El alga asiática tiene un nombre oficial, que es Rugulopterix Okamurae. Es un nombre que suena a personaje de Haruki Murakami, el gran escritor japonés que todos los años pierde el premio Nobel de Literatura. Rugulopterix Okamurae podría formar parte de ese universo misterioso tan querido por el autor, cuyos personajes con frecuencia entran en un pozo y salen por un mundo diferente. El origen asiático es indiscutible. Y, según parece, ha llegado por culpa de los barcos mercantes, que las arrastraban desde China, Taiwán, Japón y por ahí. Primera cuestión: si ha venido de esos países, y deriva en gastos, ¿por qué no les imponen aranceles, como castigo por llenarnos las playas de algas asiáticas? Dice Pedro Sánchez que quien lo hace lo paga. Aunque no explicó dónde pagan y cobran.

Los científicos ya están investigando. Y hay detrás empresas y startups. Se sabe que tiene compuestos útiles para la conservación de alimentos o la purificación de aguas, para envases, fertilizantes y otros usos. En la Universidad de Cádiz crearon el Foro Alga Invasora. Y hay investigadores de las universidades de Alicante, Málaga y Granada trabajando en proyectos para aprovecharlas en industrias como la alimentaria, la cosmética o la depuración de aguas. Mari Carmen Garrigós, de la Universidad de Alicante, afirma que puede tener actividad antioxidante y antibacteriana. Además, sus ácidos grasos podrían servir para crear materiales termorreguladores.

Las ciencias adelantan una barbaridad, según dicen los hombres de letras. Las algas asiáticas, bien tratadas, podrían ser una fuente de riqueza caletera. Comestibles no parecen, y es otra pena. No las podrán vender por las playas, como vendían antes los camarones, los cangrejos y las bocas de la Isla. Pero a esas algas deben buscarle utilidad, y más pronto que tarde.

José Joaquín León