CON el rumor de las olas, el viento arrastra ecos de otros tiempos por la Alameda y acumula recuerdos cuando llega otro 16 de julio. Es el día de la Virgen del Carmen, que no es uno más, ni tampoco uno menos, sino que es único. La vida va bordando un manto blanco. Algunos creen que todos los años es igual, pero no olviden que siempre hay ausencias. Algunas muy notables, como la de Manolo Cotorruelo, que fue el hermano mayor de la coronación canónica de la Virgen, allá por 2007, y que siguió fiel a su lado después; pero hoy no estará en la Alameda cuando salga, porque se fue al cielo con Ella. Y como esa ausencia hay otras, que se van quedando en la memoria de cada uno, de 16 de julio en 16 de julio, por más que pase el tiempo.

Con el rumor de las olas, de fondo, en la Alameda, ha pasado otra novena a la Virgen. Y se añoraban las ausencias de los que ya no están en los bancos del templo. Y, con ese rumor de las olas, ha cantado el coro del Carmen las coplas de Luis Rivero, en el rosario de la aurora, para visitar a las carmelitas descalzas de Argüelles, que mantienen su convento, a pesar de las dificultades. Con el mismo amor a la Virgen del Carmen que en el templo de las espadañas blancas y barrocas, que se ven desde el mar como un faro carmelitano. Los misterios del Rosario se han rezado junto a ese mar, descontando las avemarías, como si fueran los años que vamos viviendo.

Con el rumor de las olas, saldrá la Virgen del Carmen otro 16 de julio a la Alameda. El viento soplará y se sumará a la banda de la Oliva para dejar en el aire las marchas. Y junto a ese cortejo que la recorrerá hacia Argüelles, estará el bar de Casa Tino que se alquila, y en las casas señoriales, como la de los Pérez Llorca o la de Martínez de Pinillos en la plaza de Mina, no estarán las personas que eran de una Cádiz que ya no existe. La procesión seguirá, el tiempo hace fondo, y nunca se vuelve atrás, y recorrerá calles y plazas, hasta que de noche regrese al Mentidero, y la Virgen enseñe su escapulario en la calle Bendición de Dios, como si se asomara al purgatorio.

Con el rumor de las olas, con las sonrisas de los niños y las niñas que visten el hábito de los monaguillos teresianos, o con los jóvenes que salen de acólitos, también nos llegará la vida de las nuevas generaciones carmelitanas. Entre ellos hay eslabones nuevos de las familias de siempre, que esta tarde toman el relevo, sin saberlo quizás, pero haciéndonos ver que el tiempo de cada 16 de julio no se perdió, sino que se prolonga. Aunque sea con otros sueños y en otras vidas.

José Joaquín León