PASA el tiempo y el segundo puente sobre la Bahía de Cádiz ha cumplido sus primeros 10 años. Ya forma parte del paisaje, se ha convertido en imprescindible. Cuesta trabajo siquiera imaginar a Cádiz, el Río San Pedro y Puerto Real, así como el entorno de la Bahía, si no existiera ese segundo puente. También cuesta trabajo imaginar la gran cantidad de necedades que algunos dijeron en su momento y que servirían para retratarlos como profetas ante la historia. Una de ellas fue que el puente sólo se utilizaría para salir de Cádiz, pero no para entrar. También tuvo su polemiquilla para el nombre, que Magdalena Álvarez, cuando era ministra, quiso sintetizar en La Pepa.  

El primer puente había sido dedicado a José León de Carranza, el alcalde de Cádiz que lo impulsó, según una historia que ya se ha expuesto en este Diario. Por esa misma regla, el segundo puente se lo hubieran debido dedicar a Teófila Martínez, que fue su impulsora. Primero convenciendo al Gobierno que presidía José María Aznar, también líder del PP, y después reivindicándolo ante el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Finalmente, se terminó con Mariano Rajoy en la Moncloa y se inauguró con Kichi de alcalde. Teófila perdió la mayoría absoluta cuando quedaban tres meses para la inauguración del puente, a pesar de que decían que era una obra electoralista.

No le dedicaron el puente porque ya corrían otros tiempos. Los políticos del siglo XXI están peor considerados que los antiguos, no les dedican calles como a Sagasta y Cánovas del Castillo. A Teófila se le criticó su exceso de celo para difundir la publicidad del puente en Onda Cádiz TV, con aquellas imágenes nocturnas tan bonitas, captadas con drones de los buenos, no como los drones malos que atacan Ucrania. Y así el puente se inauguró, y ahí quedó para la posteridad de Cádiz.

Las obras se retrasaron y encarecieron más de la cuenta. Entre otras cuestiones, porque dijeron que el puente no permitía el paso de los gigantescos barcos que podrían construir en los Astilleros. Al puente le reservaron espacio para el carril de un tranvía que no existe, ni está previsto aún. Y no se construyó un túnel a la entrada en Cádiz, sino una glorieta que desmerece de la obra. Tras aprobarse el puente, se había establecido El Corte Inglés en Cádiz. Y se creó un barrio en los terrenos ociosos de Astilleros.

El segundo puente fue el colofón a las obras del soterramiento de la vía del tren. Ahí empezó una transformación urbana. El segundo puente llevó a Cádiz desde el siglo XX al siglo XXI.

José Joaquín León