LA globalización nos puede llevar a adoptar los usos y las costumbres de otros países. Es lo que está ocurriendo con las fiestas de Todos los Santos y los Fieles Difuntos. Ya no tiene sentido lamentarnos por nuestros Tosantos gaditanos de toda la vida. Este año, en algún puesto de los mercados, se han visto exornos que evocaban al Halloween norteamericano, que ya está asumido, y al Día de los Muertos mexicano, otra variante que está cobrando fuerza. Y, como es una fiesta de origen religioso, quizás ha llegado el momento de que la Santa Madre Iglesia haga lo mismo que con otras fiestas, a las que cristianizó y dio un sentido divino.
En vez de criticar a los niños que se disfrazan de zombis o brujas, en vez de propiciar que se disfracen de santitos o angelitos (es una cursilada), lo suyo sería asumirlo como la parte jocosa de algo muy serio. Aunque dejando las cosas en su sitio. Las costumbres de Halloween vienen de los EEUU de América. No las ha impuesto Trump al mundo, sino que el mundo las adoptó como propias incluso en países tan antiyankis como España. En Cádiz, donde tenemos una base norteamericana en Rota, las fiestas de Halloween (aquí se dice Jalogüin) se implantaron antes que en otras nacionalidades, regiones y núcleos urbanos.
Ahora también se está poniendo de moda la celebración del Día de los Muertos. Es una fiesta sincretista, que ha sido declarada Patrimonio inmaterial de la Humanidad antes que el Carnaval de Cádiz. Fusión de elementos católicos (el culto a los muertos) con ideas animistas de origen precolombino o africano (los difuntos vuelven al mundo ese día); y es como una resurrección de la carne mezclada con fantasmas, a los que ponen alimentos y recuerdos personales. Muchos de los siguen esos ritos se consideran cristianos, y son devotos de la Virgen de Guadalupe o la Caridad del Cobre.
En Cádiz, las fiestas de los Tosantos se celebran con una gastronomía propia que incluye los huesos de santo y dulces de la fecha, y con frutos secos (como castañas y nueces) y frutas que eran de temporada. Es una tradición que se debe mantener. En Cádiz, los dulces y las frutas de los Tosantos no se los comen los muertos, sino los vivos. La Santa Madre Iglesia se esfuerza en aclarar que la fiesta de Todos los Santos es lo que su nombre indica. Y la de los Difuntos sirve para recordar a los que murieron.
En el fondo de los misterios, y de estas fiestas, subyace la vida terrena, el tránsito de la muerte y la vida eterna. Evocan el sueño de inmortalidad, a la que aspira la humanidad desde Adán y Eva.
José Joaquín León
