NO hace falta citar los siglos XVIII y XIX para recordar la importancia que tuvo el teatro en Cádiz. Eran otros siglos y otras costumbres. Pero recordemos que en la Transición el teatro fue importante, quizás una de las actividades culturales más comprometidas para concienciar sobre la democracia que llegaba. En Cádiz se consolidó el Teatro del Mentidero, de Ramón Rivero, que con la colaboración de Fernando Quiñones tuvo un notable papel en la cultura local. En Andalucía, destacaba el grupo sevillano La Cuadra, de Salvador Távora, que contribuyó a mostrar la Andalucía marginada.

En Madrid había otro teatro, con Buero Vallejo y Antonio Gala, pero también con autores digamos comerciales. Teatro de izquierdas y derechas. En la guerra civil habían asesinado ambos bandos, en dos terribles crímenes, a Federico García Lorca y Pedro Muñoz Seca, dos de los principales dramaturgos de aquellos años. Y en el franquismo no sólo representaban El divino impaciente, de José María Pemán. Pese a la censura, poco a poco, surgió una nueva generación.

En ese contexto de la Transición, ya en los años 80, cuando Carlos Díaz era alcalde de Cádiz, se creó el Festival Iberoamericano de Teatro. Este año han recodado a Juan Margallo como fundador, y han publicado un libro, coordinado por Pepe Bablé, que fue su director. No se pueden olvidar las raíces, la esencia de lo que fue y de lo que debe ser. Por Cádiz, en 40 años del festival, han pasado grandes grupos, excelentes espectáculos y también algunos bodrios. Este año la clausura en el Falla, con el colombiano Teatro Petra, fue interesante. Buena entrada, sin llegar al lleno. Y la proyección exterior del festival es bastante discutible. Desde luego, no está considerado como el de Almagro (Ciudad Real), por ejemplo. Y eso se debe analizar, con rigor y sin prejuicios, para mejorarlo.

Hubo un tiempo en el que los actores y actrices que venían para el FIT, procedentes de diversos países iberoamericanos, se alojaban en la Residencia del Tiempo Libre. Era una de sus principales utilidades, fuera de la temporada veraniega. Algunos y algunas venían de turismo, o yo no sé a qué, y eso también se notaba. Por otro lado, el interés de los de espectáculos y la presencia de público han fluctuado. Ni el FIT es sólo para la calle (debe ser la guinda del pastel), ni sólo con el público gaditano se puede mantener este festival con la calidad que merece.

El teatro está amenazado por las series de televisión. Después de 40 años se debe replantear el futuro del FIT, si quieren que dure otros 40 años.

José Joaquín León