CON todo lo que está pasando en Cataluña, ha tenido escaso y fugaz impacto mediático un hecho que me parece muy preocupante: la censura cultural ha vuelto a Cádiz. Por si quedaba alguna duda de que favorecen a unos, en detrimento de otros, a la hora de programar, han dado un paso para ir más lejos. Se interrumpió un ciclo de cine israelí, que había empezado a proyectarse en el ECCO, cuando todavía faltaban dos películas. La motivación fue totalmente política, sin disimulos, con el argumento de que Cádiz se ha adherido a una campaña de Apartheid a Israel, “como respuesta económica a la ocupación de Palestina”.

Para empezar se debería aclarar: ¿Cuándo se ha adherido Cádiz a esa campaña xenófoba contra Israel? ¿Se ha votado en algún pleno? ¿Lo ha decidido un colega por su cuenta y riesgo? Curiosamente, la organización de este ciclo había sido aprobada por la concejalía de Cultura, que tiene como titular a Eva Tubío. Era un ciclo con películas galardonadas en festivales. Por lo demás, intentaban contribuir a un acercamiento cultural y económico. La Embajada de Israel dijo, en un comunicado, que esta lamentable prohibición iba contra el interés manifestado por el alcalde, José María González, para que se instalen en Cádiz algunas empresas israelíes, y que va a perjudicar a los gaditanos. Tal afirmación parece exagerada, ya que hasta el momento Cádiz no es un centro de atracción de empresas judías, ni tiene pinta de serlo a corto plazo. Se suelen quedar en Gibraltar.

Por el contrario, es verdad que los de Podemos se sienten más a gusto con los fundamentalistas chiíes de Irán que con los judíos democráticos de Israel. En España, desde los tiempos de Franco (que hablaba de la conspiración de judíos y masones), se ha mantenido especial amistad con los palestinos. Más que nada por odio a los judíos. Aquí no los llevaron a las cámaras de gas, como Hitler en Alemania, pero había un odio xenófobo, que cierta extrema izquierda ha heredado como una más de sus adherencias franquistas. Por el contrario, en la España democrática, Felipe González era muy buen amigo de Simon Peres, un judío de Israel, compadre de ideas laboristas.

Por supuesto, que las relaciones de Israel con los palestinos no han sido tan amables como debieran, ni a la inversa tampoco. Es un territorio sumamente conflictivo desde los tiempos de la Biblia. Sin embargo, es vergonzoso que en Cádiz se suprima un ciclo de cine tan sólo por motivos políticos. Como si viviéramos en una dictadura.

José Joaquín León