SIEMPRE pasa igual. Todos los años, cuando nos cambian la hora a finales octubre, la buena gente se queja. Dicen que es una barbaridad, que ya es de noche a las siete de la tarde. En otros tiempos, se comentaba que la culpa era de Angela Merkel. En aquellos tiempos de la crisis, todas las culpas eran de la canciller alemana, que por entonces había formado la gran coalición. Ahora ya nadie dice que la culpa es de la señora Merkel; y además en España también hemos formado la gran coalición. Entonces ¿de quién es la culpa? Pues, naturalmente, de Puigdemont.

Resulta que en Cataluña el sol no se pone a la misma hora que en Cádiz. Y la hora de España está más ajustada a la realidad solar de Girona que a la de Chipiona. Por consiguiente, aquí nos hemos fastidiado, y se nos hace de noche a las claras del día, para que no se molesten ellos. Si a toda España le hubieran puesto una hora menos, como a Canarias y a Portugal, seguro que en Cataluña hubieran pedido la independencia horaria. Probablemente Puigdemont hubiera aprobado el HUI (Horario Unilateral Independiente) y hubieran establecido una hora más que en España. Falta que Pablo Iglesias diga que España debe ser un país plurihorario y que hay que negociar, para que cada uno tenga su horita a gusto. ¿Podemos cambiar la hora? Europa nos atrasa, y nos vuelve locos, y nos callamos, y ya está cambiado.

Pero lo de Puigdemont fue peor. Aprovechando el fin de semana maldito, no se contentó con poner los relojes a las dos de la madrugada, cuando eran las tres. Puigdemont llegómás lejos: cuando estábamos en 2017 puso los relojes de Cataluña en 1934. Quiso mejorar a Companys, pero ni siquiera se atrevió a una votación pública. Y después se quedó tan contento. Despues de retrasar a Cataluña, no en una hora, sino en 83 años. Y con 2.000 empresas menos, que aprovecharon el cambio para pirarse.

¿Y cómo está la hora de Cádiz? Dicen las malas lenguas que llevamos dos años de atraso con el alcalde González y los suyos. Si esto fuera así, significaría que tenemos un retraso de dos años en el horario gaditano. Habrá que preguntárselo a Belén González Dorao, que es la representante en Cádiz de los que se oponen a los horarios antieuropeos. Pero, tal como está el patio, lo de menos es que almorcemos a las tres de la tarde, o a las dos. Lo peor es que mientras unos atrasan las horas, otros retrasan los años. Y los más agoreros dicen que, dentro de poco, vamos a estar como en 1936.

Realmente, con tantos cambios, ya no sabemos ni en qué año vivimos.

José Joaquín León