EN la entrega del I Premio Federico Joly a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, el glamour lo puso ella. Tuvo una intervención brillante y medida, virtudes de la oratoria que en Cádiz resultan raras, por no decir desconocidas. Pero, además, emanaba de ella ese aura de lo distinguido que no todos tienen, pero que en Francia (no se sabe por qué) fluye con más naturalidad. Es curioso que Diario de Cádiz fue fundado por una familia de origen francés, los Joly, que llegaron a San Fernando; y que la actual alcaldesa de París es una mujer nacida en la Isla, pero educada en Francia, como ella misma recordó, aunque no hacía falta, porque se le nota.

¿Existe un Cádiz parisino? Entre los muchos Cádiz planetarios (y no me refiero a las ciudades que llevan su nombre) se suele citar a La Habana como la ciudad de más evidente parecido. También a San Juan de Puerto Rico o Cartagena de Indias. Aparte de la América hispana, hay un algo de Manila en ese Cádiz de los últimos marfiles de Filipinas. Y sobrevive el mármol y la imaginería del Cádiz que vino de Génova. En los días grises y húmedos de lluvias otoñales, no es raro que la calle Cristóbal Colón se asome a un mundo de Venecia impostada.

Sin embargo, el Cádiz más parisino era el de la plaza de San Francisco, donde abrió (y sigue) el Hotel de Francia y París, o las tardes de cafés con leche y magdalenas en el viejo Parisién. Terrazas que pueden evocar (muy exageradamente) a los viejos cafés de los bulevares. Aunque aquí no tenemos un Saint Germain des Prés, sino a San Germán (y San Servando) en la Puerta de Tierra.

Anne Hidalgo, que es gaditana y parisina, como sin querer, deslizó la realidad de ese misterio. Cádiz y París se parecen sobre todo en los puentes. Son ciudades que necesitan los puentes. París para cruzar el Sena entre las dos orillas: la rive droite y la rive gauche. Cádiz para cruzar la Bahía y acercar su mundo al otro mundo.

Napoléon y los franceses no pudieron cruzar el puente Zuazo, no entraron jamás en el mundo gaditano. En Francia siguen sin entender cómo fue posible aquella derrota. Sin embargo, hoy Cádiz necesita los puentes para ser tan libre como París, para acercarse al mundo, para no malgastar su propia libertad en vaguedades internas.

La inteligencia y la libertad, los mundos abiertos, como nos ilustró Anne Hidalgo, necesitan puentes que nos lleven hacia el encuentro con los otros. La alcaldesa de París es un buen ejemplo de un Cádiz quizá imposible, que se desparrama por el mundo y no se encierra en una isla.

José Joaquín León