TOQUEMOS madera, porque noviembre, el mes de los Difuntos, se ha embalado. Ayer se conoció otra triste noticia: el fallecimiento de la Uchi. Si María del Carmen Gutiérrez Carrera hubiera vivido en Mondoñedo, en Irún, o en Palamós, su vida y su muerte sólo hubieran interesado a su familia y personas más allegadas. Sin embargo, la Uchi era gaditana, del barrio de La Viña, y la conocía casi todo el mundo en Cádiz. No era un personaje político, ni de relevante notoriedad en la ciudad, pero se le tenía aprecio, y cariño, con esa ternura que unas personas despiertan y otras no. Ella sí. En otra ciudad no se entendería que el alcalde, al que llaman Kichi, diga que “la ciudad está de luto” por la muerte de la Uchi. Pero, en Cádiz, sí.

Lo de la Uchi, que viene de Carmeluchi, se le quedó de chica. Y todo el mundo se lo decía, cuando la veíamos en cualquier esquina. En La Viña y en el Carnaval el mote es frecuente. Con sus paseos en bicicleta, a veces accidentados, ella se convirtió en un personaje peculiar de Cádiz, con naturalidad. ¿Por qué sucedía eso? Era un Cádiz más familiar, donde todos se conocían, y se convivía de otro modo, cercano y más humano.

Eso nunca lo podrán entender los turistas ni los guiris. Era raro que en la calle Columela se congregaran personas para oír unas ficticias retransmisiones radiofónicas, alrededor de un hombre al que llamaban Matías Prats. Era raro que la gente saludara a Vicente el largo como si fuera un precursor de Pau Gasol. En ese grupo de personajes sui géneris, se podría incluir, entre otros muchos, a Macarti. Fue pionero en acudir al estadio Carranza vistiendo la camiseta del Cádiz, en un tiempo en que nadie se la ponía para ir al fútbol. Ahora hay miles de aficionados que van como Macartis. Pero ya nunca hubo otro Macarti como Pascual, que animaba él solo desde la vieja Tribuna, tanto o más que todo el Fondo Sur.

La Uchi, con su bicicleta, protagonizó una estampa urbana de un tiempo condenado a desaparecer. La Uchi nunca necesitó un carril para su bici. La Uchi iba por donde le daba la gana. Aparecía, de pronto, por la calle Sagasta, por la Caleta, por la calle la Rosa, o en el documental de la BBC en el Manteca. Era incontrolada e incontrolable, libre en su forma de vivir. También apareció en coplas de Carnaval, mayormente en cuplés. Pero hoy la vemos más en serio

¿Y hacia dónde iba la bicicleta de la Uchi? Puede que a ninguna parte, simplemente a aparecerse por las calles de Cádiz. Puede que persiguiera nubes. O puede que buscara un sueño imposible, al que nunca llegó.

José Joaquín León