CON la polémica por el nombre del estadio Carranza se ha visto que estamos gobernados por unos catetos históricos. Martín Vila es joven todavía, y probablemente bienintencionado, pero se deja llevar por unas corrientes y mareas revanchistas que confunden y hacen patinar. A estas alturas, la Guerra Civil de 1936 (iniciada hace más de 80 años) ha dejado de ser un problema en Cádiz, ciudad que tiene otras necesidades mucho más importantes, para las que este equipo que gobierna ya ha demostrado con creces su incapacidad. Distraer a la gente con estas cuestiones se les volverá en contra. Y, probablemente, les pasará factura.

Cambiar el nombre al estadio Carranza es algo que no quiere casi nadie. Se lo han dicho directivos, entrenadores, futbolistas… También la Asociación de Vecinos del barrio de La Laguna y otras entidades. En realidad, el 90% de los gaditanos se pronunciaría en contra, incluidos aquellos que no se atreven a decirlo en público por cobardía, o lo que sea. Y hay que recordar que el PSOE, haciendo gala del despiste tan atroz que muestra en Cádiz (con el que han hundido a un partido histórico), picó el anzuelo y se declaró partidario de cambiar el nombre al estadio. Este es un problema creado únicamente por algunos políticos.

Me parece normal que se simplifique y se obvie a Don Ramón. Pero al estadio no se le debe cambiar el apellido. De hecho, ya está adaptado. En la Tribuna se lee su denominación actual, que es: Nuevo Estadio Carranza. Así se le debe llamar. El estadio original fue inaugurado en 1955, cuando era alcalde José León de Carranza, que se lo dedicó a su padre. Pero el actual estadio, con sus gradas e instalaciones, se ha construido siendo alcaldesa Teófila Martínez y presidente del club Antonio Muñoz. Como supongo que esos nombres no se los quieren poner, y el actual alcalde González no ha construido ni un campito para alevines, lo mejor es que lo dejen como está.

Por el contrario, dedicárselo a Mágico González sería absurdo. Fue un gran jugador, pero últimamente no viene a Cádiz ni aunque le regalen el billete. Manuel Irigoyen fue un gran presidente, pero en el estadio no se lució. El Fondo Norte que construyó fue derribado por malo, y la visera de Tribuna tenía agujeros y fue suprimida, cuando se incorporó la nueva, que tampoco es para tirar cohetes de celebración.

Por otra parte, si le cambian el nombre, no olviden que se le puede volver a recambiar a partir de las elecciones municipales de 2019. En la realidad, duraría poco.

José Joaquín León