ESA medida que plantea el Ayuntamiento de Cádiz, para que los autobuses de excursiones de pueblo y de barrio no entren en la ciudad el primer domingo de Carnaval, se debe entender como un primer aviso de la turismofobia gaditana. Son de Podemos y Unidos, pero en vez de fijar un impuesto a los ricos, se lo cascan a los pobres excursionistas mochileros. Ya sabemos que no es un turismo de calidad, sino más bien de caridad. Pero eso no justifica que cada criatura pague seis euros (1.000 pesetas de las antiguas) por ir en una lanzadera desde La Cabezuela hasta el centro de Cádiz y volver. Según las estimaciones municipales, el año pasado llegaron unos 500 autobuses. Haciendo las cuentas, sale que podrían ingresar unos 150.000 euros por este concepto del turista barato en bus. Mira como han aprendido a clavar… Si eso no es turismofobia, ya me dirán.

Vayamos por partes. En la parte de la avenida de Astilleros (donde no hay ninguna avenida, sino la carretera industrial de siempre) queda chungo ese colapso de autobuses. Tiene sentido que se vayan de allí y aparquen en la periferia gaditana, o incluso en La Cabezuela. Pero las lanzaderas a seis euros están bien cobradas, son para quedarse con algo más que un pellizquito. ¿Por qué puente circularán las lanzaderas? ¡Ah!

Lo peor de todo es decir que lo hacen por motivos de seguridad y prevención del terrorismo. Si nos ponemos así, terminarán prohibiendo las máscaras. En otros tiempos históricos ya se cargaron el Carnaval en la calle, con esa excusa. Las medidas de seguridad en esta fiesta tan peculiar son las menos malas posibles, no sé si lo entienden. Existen otros métodos para que un autobús no entre en la Plaza cuando cantan los coros. También se podría prohibir la cabalgata en la Avenida por dicho motivo. Hay que tener más sensatez a la hora de justificar.

Por otra parte, el alcalde González se quejó contra el Carnaval excluyente en la Diputación de Sevilla (que ha renunciado a organizarlo), mientras dificulta las entradas de forasteros en Cádiz. Se pongan como se pongan los autobuses, es un primer paso para la turismofobia. ¿Recuerdan las tasas turísticas de Barcelona y Baleares?

En Cádiz, el peaje de la Tacita se cobrará en una lanzadera. Quienes viajan en esos autobuses no son banqueros, ni colegas de Trump, sino gente modesta de las provincias limítrofes, e incluso de la nuestra, a las que perjudicarían con esa decisión, si no dan marcha atrás, como sería de esperar. Todo es incoherente y puede perjudicar a la hostelería local del bocadillo de salchichón.

José Joaquín León