A estas alturas, camino de los tres años, nadie se puede extrañar por las chapuzas municipales de Cádiz. El chapú es el método habitual del gobierno local. Con el chapú se crea una ciudad chapucera, y peor que será si no se remedia en su momento. En el caso de los autobuses y las lanzaderas, era evidente que sucedería lo que ha sucedido. Pero no por motivos burocráticos, sino porque es un escándalo contrario a la ideología populista podemita. Ya lo escribí el viernes pasado: “gente modesta de las provincias limítrofes, e incluso de la nuestra, a las que perjudicarían con esa decisión, si no dan marcha atrás, como sería de esperar”. La marcha atrás se veía venir. Es lo que mejor les sale.

El problema no estaba sólo en las formas de los contratos, sino en el fondo. Conste que me parece buena la idea de aparcar los autobuses fuera de Cádiz y utilizar lanzaderas. Pero no a seis euros por cabeza el pelotazo, ¿verdad? Ni que fuera la Lanzadera Fantástica. En esas condiciones, supongamos que un matrimonio viene en un autobús desde Villanueva del Trabuco, acompañados por su hijo jovencito, su nuera y la suegra. ¿Y? Les costaría 30 euros entrar y salir de Cádiz. Mucho más caro que el peaje de la autopista AP-4. Aparte del billete del autobús. Para eso, les sale más barato venir en un coche privado. Así que la apuesta por los servicios públicos se la pasan por ahí.

Este asunto no merece más comentarios. Pero sí que recuerdo lo de las chapuzas como sistema de gobierno. Por ejemplo, las municipalizaciones y remunicipalizaciones. Por ejemplo, el hotel del estadio en los presupuestos. Por ejemplo, los aparcamientos para compensar las plazas perdidas en el carril bici. Por ejemplo, los proyectos para los depósitos de la Tabacalera que dinamizarían Loreto. Por ejemplo, las visitas al Museo del Carnaval que no se ha inaugurado. Por ejemplo, los intentos para cambiar el Castillo de San Sebastián por el Balneario de la Palma y cederlo a un restaurante o algo parecido. Por ejemplo, la plaza de España peatonal. Por ejemplo, el Teatro Pemán y el Portillo, que lo iban a inaugurar, según dijo alguien. Por ejemplo, las fechas del Carnaval fijo el 28 de febrero. Por ejemplo, endosarle la organización del Tricentenario a la Diputación. Por ejemplo, el gol que le han colado con el trueque del Centro Cultural Reina Sofía y el Rectorado.

Por ejemplo, la lista podría ser interminable. Es sólo un ramillete elegido al azar en la plaza de las Flores. Yo sé que la gente de Cai se ríe con estas cosas, porque hay sentido del humor. Quizá sea eso lo más triste.

José Joaquín León