ALGUNOS carnavaleros piensan que los tipos chirigoteros se dividen en dos: los gaditanos pensados para Cai/Cai y los forasteros pensados para las actuaciones posteriores al COAC. En ese sentido, sacar una chirigota con el Gobierno de la nación, como hizo Vera Luque en ‘Esto sí que es una chirigota’ (2014) es garantía de aparición segura en los telediarios. Aparte de que fue un pelotazo, y por sus propios méritos y la gracia de los tipos, consiguieron el primer premio. Ese formato, adaptado a escala globalizada, es lo que ha incorporado este año el Selu García Cossío en su ‘Grupo de guasa’. Si Vera triunfó con su Rajoy a la gaditana, es evidente que el Selu (tanto si es primero, como si no) tiene todas las papeletas para triunfar con su versión de Trump & cía. más allá de Cortadura.

Los paralelismos entre ambas chirigotas son obvios, aún siendo Vera Luque y Selu autores de características diferentes. El acierto de ambos en el tipo consiste en que los ministros del Gobierno y los líderes mundiales son reconocibles por bien caracterizados, además de cantar un repertorio adecuado. No son los primeros ni los únicos que han apostado por ese formato de tipos variados para formar un grupo de éxito. Un ejemplo, entre otros, puede ser el mítico tipo de la chirigota ‘TBO’, de Antonio Rivas y El Habichuela, que salió en 1984, con una magnífica caracterización de los personajes. En el Carnaval de la Transición, chirigotas como esa, o como ‘Las momias de güete pa güá los niños”, del grupo del Lobe (donde salió Selu), en 1986; o ‘Los combois da pejeta’, de Enrique Valdivia, en 1988, pusieron de manifiesto la importancia del tipo a la hora de dar un pelotazo y conseguir un premio. Triunfaron antes de empezar a cantar. Y eso nos podría llevar a la eterna reflexión sobre si es más importante el repertorio o el tipo. Hay ejemplos en ambos sentidos. En general, se puede afirmar que un tipo de pelotazo es el primer ingrediente para el éxito de una chirigota.

Selu García Cossío se ha distinguido en las últimas décadas por la perfección psicológica de sus personajes, sobre todo desde ‘Los borrachos’ en 1992. Los clavaba. Y se entendían fuera de Cádiz, aunque aquí se percibían detalles gaditas de nuestras singularidades locales. Por eso, el grupo internacional de este año ha sorprendido, porque representa un giro y acredita la capacidad del autor, que ganó por última vez en 2016 con el pelotazo de Juan en ‘Si me pongo pesao me lo dices’.

La capacidad de sorpresa es muy importante en el Carnaval.

José Joaquín León