LAS polémicas sobre los andaluces y los gaditanos vagos se reproducen cíclicamente de vez en cuando. Por ello, no se puede culpar al empresario cordobés Miguel Ángel Tamarit de la falta de inversiones en la provincia de Cádiz y la tasa del paro. No llega a tanto. En las letras del Carnaval (ahora que estamos en ello) se pueden encontrar interesantes ejemplos para ilustrar sobre esta temática, tanto en un sentido como en otro. La holgazanería o vagancia se ha atribuido históricamente a los andaluces en general, siendo los gaditanos sólo una parte del problema. Ocurre que aquí se tomó al flojo con demasiado gracejo. Se atribuye al flamenco Ignacio Ezpeleta la siguiente frase: “¿Cómo voy a trabajar si soy de Cádiz?”.

Sobre el origen del tópico existen muchas leyendas. Remontarlo a los pícaros del Siglo de Oro quizá sea excesivo. Los pícaros se concentraban en Sevilla y en Cádiz por razones económicas, porque eran los puertos para la carrera de Indias y donde circulaba el dinero. Por extensión, desde Lutero, se ha considerado que los países protestantes del Norte de Europa eran trabajadores, puritanos y serios, mientras que los países católicos del Sur eran flojos, sensuales e informales. Algunos pensadores no atribuían esas diferencias a la religión, sino al clima: el frío y el calor. Cuanto mayor es el calor, y cuanto más al sur, peor para trabajar.

En el siglo pasado, las leyendas confluyeron en la Teoría de Andalucía, de José Ortega y Gasset, publicada en 1927 (como recopilación de unos artículos en el diario El Sol), donde se puede leer: “Pero el andaluz lleva unos cuatro mil años de holgazán, y no le va mal. La famosa holgazanería andaluza es precisamente la fórmula de su cultura. Su solución es profunda e ingeniosa. En vez de aumentar el haber, disminuye el debe; en vez de esforzarse para vivir, vive para no esforzarse, hace de la evitación del esfuerzo el principio de su existencia”.

En realidad, Ortega pretendía un elogio del vitalismo, la tolerancia y la cultura andaluza. Escribió: “Andalucía, que no ha mostrado nunca pujos ni petulancias de particularismo; que no ha pretendido nunca ser un Estado aparte, es, de todas las regiones españolas, la que posee una cultura más radicalmente suya”. Pero no lo explicó bien, y dejó señalada la cruz de la holgazanería.

A esto se añadió que en 1942 reeditaron el ensayo de Ortega y Gasset. Y, en la posguerra, el franquismo concentró los polos industriales en Madrid, Cataluña y el País Vasco. Con lo cual a los andaluces les tocó emigrar, y además soportar el tópico de vagos. Algunos andaluces tampoco han contribuido a quitar la mala fama, que ahí sigue.

José Joaquín León