HASTA no hace tanto, el 19 de marzo, festividad de San José, que ayer celebramos, no era sólo el día del Padre, sino también el día de la Pepa. Ahora al padre se le considera machista (aunque sea más feminista que Simone de Beauvoir) porque es el símbolo de la cultura patriarcal. Y a La Pepa liberal se la considera arcaica y facha, para los gustos de la nueva política indignada. Por lo que el 19 de marzo se ha quedado como el día de la Provincia. Se festeja en la Diputación. Así el acto lo organiza Irene García, y viene Manuel Jiménez Barrios como vicepresidente de la Junta, y los premios se entregan con corrección política, procurando que estén representadas todas las comarcas gaditanas, igual que están todas las provincias en las medallas del 28-F de Andalucía.

Aquellos días del Bicentenario de La Pepa, que se celebraron en 2012, ahora parece que fueron una porquería. Como si en el presente organizaran unos actos solemnísimos y unos espectáculos maravillosos para ser la envidia de España. Como si Cádiz saliera en los telediarios por algo más que las devastaciones de los temporales o las curiosidades del hachís. Dicen que el Bicentenario no le dejó nada a Cádiz y tienen la Casa de Iberoamérica que no saben qué hacer con ella. Y tienen el llamado Centro Cultural Reina Sofía para regalárselo a la Universidad, igual que le han regalado los depósitos de Tabacalera a la Junta para que construya una mini Ciudad de la Justicia.

Aquellos días del Bicentenario todavía no han despertado la nostalgia. Faltan años para eso. Sin embargo, en estos días, tras la decisión de Teófila Martínez, se podría haber valorado mejor lo que supuso el Bicentenario para Cádiz. Como suelen decir algunos, aquello sirvió para poner a Cádiz en el mapa, gracias a que se organizó una Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica, a la que vinieron todos los que ya no vienen. Aunque, en verdad, Cádiz está en el mapa desde los tiempos de los fenicios, cuando tenía otro nombre.

El espíritu del Bicentenario no se ha mantenido. El espíritu del Bicentenario ya no existe. El espíritu del Bicentenario hay que recuperarlo del olvido. ¿Y qué es el espíritu del Bicentenario, si puede saberse? Pues consistía en apostar por una Cádiz diferente, que saliera de su letargo, que tuviera ambiciones, que se proyectara al mundo, que renovara el espíritu comercial y creativo de sus mejores siglos, que se lamentara menos y que innovara más. El espíritu del Bicentenario es, aproximadamente, lo contrario de lo que vemos.

José Joaquín León