UN amigo extranjero, de nacionalidad china, de mentalidad capitalista y comunista a partes iguales, me dijo: “El gran problema de España es la gestión de algunos políticos. No solucionan los problemas del país, sino que ellos mismos los crean y después los complican”. Y yo pensé: “Pues tiene razón”. Tampoco es que este chino sea un filósofo como Platón, ni siquiera como Jean Paul Sartre, antaño más famoso que Simone de Beauvoir, que lo ha oscurecido. Pero esto se decía por el caso de Cataluña, donde el problema que padecemos ha sido creado en un 98% por unos políticos inútiles que lo siguen complicando.

Gobernar es muy peligroso. Véase lo que ha ocurrido en el País Vasco. Según el último Euskobarómetro, sólo el 31% de los vascos se consideran independentistas. En un referéndum por la independencia, ganaría claramente el no. Muerto el perro, se acabó la rabia. El problema del País Vasco lo mantenía ETA y lo amamantaron unos políticos perversos, como Carlos Garaikoetxea y Xabier Arzalluz, que desembocaron en el peor: Juan José Ibarretxe. Y todo ello, bien jaleado por los terroristas y sus afines. Sin embargo, ahora cuando ya no existe ETA y cuando el PNV tiene a un dirigente más templado, llamado Iñigo Urkullu, el conflicto ya no es tan conflictivo.

En Cataluña ha pasado lo contrario. En el principio, fue Tarradellas. Degenerando, degenerando, se ha llegado a Quim Torra. En la Transición regresó Josep Tarradellas, que había sido de Esquerra Republicana, pero que como vivió los años duros del franquismo en el exilio, tenía una mentalidad conciliadora, hasta el punto de que el republicano Tarradellas fue nombrado marqués por el rey Juan Carlos. En Cataluña había muchos monárquicos en el franquismo, que leían La Vanguardia, el diario del conde de Godó, y eran partidarios de don Juan de Borbón, el Conde de Barcelona.

Jordi Pujol  parecía un gran representante del seny, uno de los dos grandes mitos catalanes, junto a la gauche divine de salón. El rey Juan Carlos le envió tranquilidad a Jordi la noche del 23-F. Después Pujol apoyó al PSOE y al PP, aunque siempre pidiendo. Hasta que descubrieron sus fraudes  y sus cuentas. Así llegamos a la trilogía del horror: Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra. Siempre a peor. Por eso está claro qué se debe hacer en Cataluña: primero, la vía del 155; y después, a ver si ganan unas elecciones y ponen un presidente o presidenta que no sea un insensato. Pero a Pedro Sánchez sólo le preocupa él mismo.

José Joaquín León