LA fecha escogida por Pedro Sánchez para las elecciones es una cacicada electoral. Obliga a los españoles a ir dos veces a las urnas en menos de un mes: 28 de abril y 26 de mayo. Una decisión que cuesta alrededor de 130 millones, según las estimaciones realizadas. Si hubiera sido al revés, dirían que la derecha se gasta 130 millones de euros por sus intereses electorales, en vez de dedicarlos al gasto social, la sanidad y la educación. Pero como lo hace el PSOE resulta magnífico, no se lo van a criticar. A eso se suma (después de la intentona frustrada del Domingo de Ramos) que van a utilizar la Semana Santa para la campaña. Un periodo de celebraciones y vacaciones en el que los españoles se interesan poco por la política.
Al parecer, el responsable de esa decisión es Iván Redondo, el gurú de Pedro Sánchez, un asesor que el PSOE fichó procedente del PP, donde empezó con Albiol en Badalona y siguió con Monago en Extremadura. Un gurú te puede costar una presidencia del Gobierno. Porque si al gurú le sale el tiro por la culata, que vengan después los barones y tiren del carro. Las consecuencias de las elecciones el 28 de abril son imprevisibles. Por eso las han fijado ese día, por jugar a la ruleta rusa, a ver si hay suerte y cae otro.
Todo viene de un error de fondo. Las elecciones generales debieron coincidir con las andaluzas el 2 de diciembre del año pasado. No lo hicieron así porque Pedro Sánchez se empeñó en pactar los presupuestos para asegurarse un añito más en la Moncloa. Es un error que ha costado muy caro, y no sólo por los 130 millones ahorrables, sino porque falló con los presupuestos, y además se encabritó todavía más el conflicto de Cataluña, con un chantaje y unas ambigüedades intolerables. Aparte de todo eso, le costó la Junta de Andalucía al PSOE.
Pedro Sánchez ha atendido a los barones y candidatos municipales que no querían un súperdomingo electoral el 26 de mayo. Sin embargo, el 28 de abril condicionará lo que suceda un mes después. Un triunfo o una derrota en abril darán más o menos moral a los partidos y a sus votantes. Estará reciente y distorsionará las municipales. Si un partido sale derrotado de abril, es casi imposible que no se hunda más en mayo.
También está el fomento de la abstención, que condicionó las elecciones andaluzas del 2-D. Si hubiera una participación alta en abril, en mayo será inferior. Y si es baja en abril, en mayo será flojísima. Así Pedro Sánchez ha cometido otro fallo grave: ha creado un escenario ideal para que logre mayor realce el voto de castigo.
José Joaquín León