EL PP mantiene con Vox una relación de estupefacción. No esperaban que consiguieran unos resultados tan sorprendentes en las elecciones andaluzas. Además, el PP (y Ciudadanos) se han beneficiado inesperadamente de ese éxito, que les ha permitido alcanzar la presidencia de la Junta y desalojar al PSOE del poder por vez primera en la autonomía. Al PP le ha ocasionado una parte mala (un resultado flojo, con 26 escaños) y una parte buena (aún así, ya tienen la presidencia de la Junta). De modo que el fin conseguido justifica los medios de la pérdida de votos. Sin embargo, es un espejismo, porque al PP le perjudica la existencia de Vox.
La suma de los 26 escaños del PP en Andalucía con los 12 de Vox nos daría 38, que superan a los 33 que obtuvo el PSOE. Ya sé que la suma es tramposa, porque todos los votos de Vox no se pueden atribuir al PP. Se ha demostrado que un porcentaje menor de esos votantes proceden de Ciudadanos, e incluso del PSOE y Podemos. Pero esos trasvases entre izquierda y derecha también ocurrían antes. En las elecciones municipales son más frecuentes. En cualquier caso, sin Vox, los resultados del PP hubieran sido mejores, y sumados a los de Ciudadanos quizás alcanzarían la mayoría absoluta.
El principal problema del PP lo recordó José María Aznar. Se fue dejando un partido del centro-derecha y ahora hay tres. En eso tuvo alguna culpa él también, por cierto, y algunas manzanas podridas. Pero sin profundizar en la historia, el centro-derecha era más fuerte con un partido que con tres. En 2011, Mariano Rajoy consiguió la mayoría absoluta en España con 186 escaños, sin pactar con Ciudadanos ni con Vox. Esas alternativas surgieron después.
Puede que ahora les beneficie en casos puntuales, como el de Andalucía. Pero ya se han dado cuenta de que será negativo para el Senado, donde el PP puede perder su mayoría en beneficio del PSOE. Al adjudicarse tres senadores al partido más votado en cada provincia, la triple división les resulta ruinosa. Pedro Sánchez sabe que ahí puede arrebatar la mayoría de bloqueo, y es uno de sus motivos para convocar elecciones.
La triple división perjudica al centro-derecha en las provincias de Castilla y León, y en las de pocos habitantes en general. Con la ley d’Hondt haciendo travesuras en los restos, el panorama es mucho más incierto, porque el sistema electoral español premia al partido más votado, de ahí el bipartidismo que consagró. En vez de dos partidos fuertes, quedan dos bloques fragmentados.
José Joaquín León