EN España hay dos Españas, como mínimo. En ese escenario, el centro es el espacio donde se ganan y se pierden las elecciones, pero también el más frágil e inseguro. En el centro aparece la tercera vía. Suponemos que ahí entran las clases medias, los progres pijos, las feministas liberales, el voto urbanita en gran medida, tantos indecisos, muchos relativistas y Manuel Valls. A la hora de formar un partido de centro, en la Transición, la principal tentativa fue la UCD de Adolfo Suárez, en la que convivían demócratas cristianos y liberales, pero también falangistas reformistas que evolucionaron y socialdemócratas no socialistas. El sueño del Centro Democrático se esfumó cuando llegó el PSOE al poder con Felipe González. Después de casi una década y media, Aznar reconquistó el centro.

Sin embargo, a partir de la guerra de Iraq y la foto de las Azores, cuando José María gobernaba, fue empujado un poco más a la derecha. En esa foto no sólo estaba George W. Bush, sino también Tony Blair, que era laborista británico, pero la vendieron muy mal y costó cara. Antes de entrar Zapatero en la Moncloa (allí se vive como en un chalé), Aznar ya había nombrado sucesor a Mariano Rajoy, del que después se desentendió. Tras perder otra vez en 2008, consiguió Rajoy el voto de los verdaderos indignados en 2011. Aglutinó desde la derecha más extrema a socialdemócratas desencantados, y también los del centro.

En los últimos ocho años (con Rajoy y sin Rajoy), el PP ha perdido fuerza, aunque es considerado el primer partido del centroderecha en casi todas las encuestas. En ciertos momentos pareció que Ciudadanos sería la alternativa del centro y que le daría el sorpasso al PP. Sin embargo, ahora afrontan un momento muy delicado, que no se aclarará hasta después de las elecciones. Albert Rivera quiere encabezar la alternativa nacional para desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa y entrar él como nuevo inquilino. Mientras los socialistas intentan convencer a un sector de Ciudadanos para que apoyen al PSOE, y así mantendrían a Pedro Sánchez como inquilino de la Moncloa.

El dilema es mirar hacia un lado o hacia otro. La fragilidad de Ciudadanos está ahí. Otro partido que se decía de centroizquierda, UPyD, pasó a la insignificancia y se hundió. Un partido débil y confuso se desinfla antes o después. En el centroderecha se juegan mucho en abril y en mayo. Puede ocurrir que después haya fusiones o rupturas, un escenario imprevisible y condicionado por la ley suprema de los votos.

José Joaquín León