EL retraso de Pedro Sánchez en el despacho con el rey Felipe VI no fue una simple anécdota. Es un símbolo del retraso de España. Un país que no sabemos si sufre un retraso de dirigentes, pero sí de relojes. El presidente del Gobierno se pudo imaginar que el Rey no estaba en Baleares, sino en Canarias. Hubiera sido una excusa tan tonta como la que dio: no pudo llegar a tiempo porque se había reunido con la patronal de Turismo e Industria, y salió tarde de Madrid. El retraso de 50 minutos confirma la mentalidad narcisista de Pedro Sánchez, que considera su tiempo más importante que el del Rey. Supondría que Felipe VI, como estaba de vacaciones en el palacio de Marivent, tenía todo el día para esperarlo. A él, que estaba ocupadísimo, pidiendo consejos para hacer un programa de Gobierno participativo.

El incidente ha sido minimizado a efectos oficiales, pero fue grave. El protocolo de la Casa Real es férreo con los horarios. Cuando los Reyes presiden actos, se suele pedir a los asistentes que lleguen media hora antes. Es decir, que si va a empezar a las 13:00 horas, se debe llegar a las 12:30 horas. El pueblo espera a su Rey. Pero ahora tenemos el mundo al revés: es el Rey quien espera a su presidente del Gobierno. Y no es la primera vez que ocurre. El año pasado, para el encuentro de Marivent, Pedro Sánchez se retrasó 10 minutos. En julio de 2018, Sánchez dejó esperando más de una hora al Rey y a 70 invitados en el Palacio Real, porque estaba en una rueda de prensa junto a Emmanuel Macron. Pedro es como la novia en las bodas. Llega tarde y con suspense.

Son curiosas las reacciones. En varios portales independentistas de Cataluña han alabado el gesto de Sánchez y han criticado a los monárquicos indignados por esta descortesía. Aunque es, claramente, una falta de educación. Por el contrario, hay monárquicos indignados con el Rey, por considerar que no lo debió esperar casi una hora, sino largarse y citarlo por la tarde, o incluso otro día. Para que aprenda a respetar los tiempos y no ir de maleducado con el reloj.

Es un detalle significativo, incluso peligroso. Porque todavía hay directivos de medio pelo en España que se consideran más importantes si obligan a esperar a quienes citan para reuniones. Tener a alguien esperando media hora, antes de que se dignen a recibirlo, se considera un detalle de poder y prestigio social. Así pasa lo que pasa, y aparece un jefe del Gobierno (en funciones, ojo, en funciones) que se cree muy listo e importante, cuando todavía no ha sido capaz de ganar ni media investidura.

José Joaquín León