CADA día está más claro que el principio de acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se debió a la emergencia de dos líderes con apuros internos. En 24 horas consiguieron lo que no habían sido capaces en todo el verano. El PSOE de Pedro perdió tres escaños y la Unidas Podemos de Pablo se quedó con siete menos. La disidencia interna estaba empezando a organizarse en los dos partidos de la izquierda. El hundimiento de Ciudadanos frustró la opción de pacto con los de Albert Rivera, pero algunos barones socialistas y Felipe González no quieren ver a Frankenstein ni en el cine. Así que Pedro necesita a Pablo para tener una base garantizada de 155 escaños con los que empezar a negociar. Y Pablo necesita algunos ministerios, con sus correspondientes cargos provinciales, para calmar el cabreo de los podemitas más insumisos.

Pedro Sánchez no se le ponía al teléfono a Quim Torra (según dice Quim Torra), pero habla todos los días con Frankenstein. Su problema es que no le cuadran las cuentas. Menos aún desde que el PNV perdió su séptimo diputado en el recuento del voto extranjero en Vizcaya, que le ha dado al PP ese escaño. Pero además hay otras sombras. Se supone que Revilla, Ana Oramas y Teruel Existe no deberían ser cómplices de Frankenstein. Y eso le obligaría a negociar no sólo con los partidos independentistas catalanes de Oriol Junqueras y Carles Puigdmont, sino con el Bildu ex etarra de Arnaldo Otegi, Nadie le dará tanto a cambio de nada, cuando lo tienen atrapado por el cuello.

En ese contexto apareció la llamada abstención patriótica, que planteó Alberto Núñez Feijóo en el PP. Es decir, la teoría del mal menor, que también vería con buenos ojos Felipe González. No es una gran coalición, sino un pacto para abstenerse, que permitiría gobernar al PSOE con unas líneas rosas, que no rojas. Aunque en ese escenario Pedro Sánchez no parece el mejor piloto posible, ni siquiera entre los socialistas.

A Núñez Feijóo se le considera el líder del sector más centrista del PP. Ha iluminado el camino en Galicia, donde Ciudadanos y Vox no se han comido ni un pimiento de Padrón. En Galicia, el PP es como antes y aglutina todo el voto del centroderecha, quizá porque allí no han ocurrido casos como los de Madrid y Valencia, donde se cargaron al PP desde dentro. Pero esa es otra historia.

A Frankenstein lo alimentan entre Pedro y Pablo, pero en el PSOE hay personas sensatas, y saben que van a formar el taco. Antes de que sea irreparable, les queda la última oportunidad: que no sume.

José Joaquín León