ESO que llaman El Clásico, entre el FC Barcelona y el Real Madrid, a disputar el miércoles, día 18, es algo más que un partido de fútbol. Puede ser incluso determinante para el pacto de Gobierno entre el PSOE de Pedro Sánchez y Unidas Podemos de Pablo Iglesias, ya que según lo que ocurra quizás condicione la posición definitiva de ERC y hasta de JxCat. Puede parecer exagerado, pero el conflicto de Cataluña no se basa en la razón, sino en la pasión. Y no hay nada que influya más en los sentimientos que el fútbol. La gente puede cambiar de pareja, incluso de ideas políticas, pero se conocen pocos casos de mudanza de hinchas al eterno rival.

Este es un partido fuertemente politizado. Tsunami Democràtic lo tenía en el punto de mira. Saben que es un altavoz perfecto, porque lo que ocurra tiene una audiencia garantizada de millones de telespectadores. El aplazamiento posiblemente fue un error. Después de esa decisión se han disputado varios partidos en el Camp Nou, tanto de la Liga española como de la Champions League europea, sin que ocurrieran incidencias reseñables. Pero ante el Real Madrid es diferente. Por la expectación y porque el Real Madrid, como el propio Barça, han sido siempre dos clubes mangoneados por la política.

A uno intentaron hacerlo el símbolo de España (de la España de Franco y después del poder en general). A otro intentaron hacerlo símbolo de Cataluña (en la España antifranquista y después en la independentista). Ese simbolismo les ha dado dinero, títulos y ha condicionado no pocos arbitrajes. También se puede considerar un insulto a los demás clubes de fútbol de España. Pero las reglas del juego han ido por ahí.

Rebajar la tensión, en los momentos actuales, no es sencillo. Se le ha echado mucha leña a esos fuegos. José Luis Núñez intentó mantener al Barça alejado de la política, pero después llegó Joan Laporta, que aprovechó los éxitos deportivos para su carrera política. Sandro Rosell pasó por la cárcel antes de ser absuelto. El actual presidente, Josep María Bartomeu, se formó con ellos e intenta sobrevivir, con unos equilibrios casi imposibles entre el independentismo y la institucionalidad. Sus llamamientos para que sólo sea un partido de fútbol tropiezan con los intereses de quienes alimentan lo contrario.

España es el país europeo donde más se mezcla la política y el fútbol. En esto también somos diferentes. Puede que no ocurra nada, o que se monte una bronca, pero tendrá consecuencias más allá de la Liga.

José Joaquín León