LA victoria de Joe Biden es justa y necesaria para los EEUU y para el mundo en general. Donald Trump es uno de esos tipos de alto riesgo que pueden montar un conflicto universal. Con la Unión Europea no se ha entendido y tiene amistades peligrosas, así como una tendencia al histrionismo. Verlo al lado de Kim Jong-un, el dictador comunista de Corea del Norte, después de casi declararle una guerra, confirmó que su fiabilidad era nula. Sin embargo, la previsible victoria de Joe Biden ha quedado empañada por el recuento sosegado de los votos, que es impropio de la mayor democracia del mundo. Cinco días después de la jornada electoral han seguido sin resultados definitivos.

Tampoco se trata de avalar la tesis de Donald Trump de que le han robado el triunfo. Lo dijo desde antes de empezar el recuento. Fue un argumento ventajista, de mal perdedor. No obstante, debemos reconocer que es un escrutinio impresentable. Si eso mismo hubiera sucedido en la Albania de Hoxha, en la Rumanía de Ceaucescu, en la República Dominicana de Trujillo o en el Chile de Pinochet, ¿qué diríamos?

En las elecciones americanas han ocurrido misterios singulares. Uno de ellos es que ha votado más gente que nunca, porque ha aumentado el voto adelantado y el voto por correo de un modo portentoso, atribuido al miedo a la pandemia. Donald Trump, aunque pierda, ha recibido más de seis millones de votos que en 2016, cuando ganó las elecciones a Hillary Clinton.

Otra curiosidad es que se han demorado los recuentos varios días en Georgia, Pensilvania, Arizona y Nevada, los cuatro estados decisivos, donde se jugaban la victoria final. Biden ha remontado gracias a los votos contados después del 3 de noviembre, jornada de las elecciones. Ya se sabía que podía pasar, porque le favorecía el voto postal, pero no deja de sorprender. Trump lo ha aprovechado para su teoría de la conspiración. Y son estremecedoras las imágenes del recuento, con esas papeletas que ponen los vellitos de punta y que parecen el ticket de la compra en el Hipercor, el Mercadona o el Lidl. ¿Y qué me dicen de la gente votando desde el coche?

Para ser la mayor democracia del mundo el espectáculo ha sido perverso. Más chocante en unas elecciones reñidas. Ese sistema es arcaico. A su lado, España y la vieja Europa son mucho más transparentes. Aquí todo se computa en un periquete. Felicitémonos por nuestro sistema electoral, pactado en la Transición, que nos ahorra chapuzas como ésta. Gane quien gane.

José Joaquín León