LA comparecencia del presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, para anunciar las medidas contra la tercera ola del coronavirus podía haberla grabado antes de Navidad. No tiene sentido lamentarse por la subida de contagios. Endurecer las medidas en enero tras la tregua navideña estaba cantado. Pues están jugando al acordeón desde el otoño: abro y empeora, cierro y mejora; abro y empeora, cierro y mejora… Aun así queda la evidencia de que otras autonomías españolas están peor, mal de muchos que sirve de consuelo para tontos. En las fiestas navideñas pasó lo que sabían que iba a pasar. Estaba asumido para no perjudicar más a los bares y los comercios.

Queda la duda de si un cierre total (por ejemplo, durante un mes, coincidiendo con el tiempo más frío del año) serviría para frenar la pandemia en primavera y agilizar la inmunidad del rebaño. Para lo cual también es necesario acelerar el proceso de vacunación, que el consejero Jesús Aguirre considera correcto, mientras pide más vacunas. En Europa están desbordados. Las previsiones de Ursula von der Leyen y compañía no se cumplirán. En el Reino Unido, Boris Johnson ha confinado a lo grande y vacunan más, a ver si gana la carrerita y deja en buen lugar el Brexit, a pesar de la cepa inglesa y sus mil muertos diarios.

Volviendo a lo nuestro, el cinismo y la incoherencia siguen siendo lo normal. Toque de queda a las 22 horas, cierre de bares a las seis de la tarde y comercios dos horas después... Han sido clementes y misericordiosos con la movilidad provincial, pues lo peligroso no es moverse sino qué hacen cuando se mueven. Ya están prohibidas todas las fiestas. Pero en las cabalgatas de los Reyes Magos hubo curiosidades según los municipios. Y en los partidos de Copa del Rey con equipos de Segunda B permiten aglomeraciones en estadios, porque no es la Liga de las Estrellas. Claro que eso mismo ocurre en algunos bares andaluces a la hora del gin tonic. Y hay fumadores echando el humo a los transeúntes, o a los vecinos de mesas. Y hay tertulias amplias sin mascarillas. Y…

Y después se quejan. A medida que crecen los contagios, curiosamente, aumentan los incumplimientos. Se diga lo que se diga, la creencia imperante es que sólo se mueren los viejos. O sea, el resfriadinho que dijo Bolsonaro. De modo que la mayoría de menores de 65 años (incluso algunos jubilados) se consideran fuera de peligro. El cinismo de la sociedad es el mejor aliado de esta pandemia. Esperemos que ayuden Filomena y las olas de frío.

José Joaquín León