LA Semana Santa ha servido para demostrar que la gente está harta de la pandemia del Covid 19. Y también para confirmar que los políticos de todos los colores han perdido mucha credibilidad. Estamos en una anarquía relativamente controlada, en la que respetan unas normas sí y otras no. Probablemente, sólo las de sentido más común. Pero será muy difícil que los andaluces (y gran parte de los españoles) se queden recluidos voluntariamente en sus casas, tras la llegada del buen tiempo y el adelanto de la hora. Ni Pedro Sánchez, ni Juanma Moreno le pueden pedir a la gente que se esté quieta, mientras se monta la trifulca de Astra Zéneca, con tantas dudas, y van dando palos de ciego con las vacunaciones.

En la Semana Santa los andaluces se han echado masivamente a las calles. No salían procesiones, pero formaron largas colas delante de los templos. Entre los visitantes, estuvieron el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno (PP), y el alcalde de Sevilla y posible candidato del PSOE, Juan Espadas, que viajó a Málaga, además de recorrer los templos sevillanos. Y conste que me parece bien, ya que son representantes de los ciudadanos, que en Andalucía profesan muy mayoritariamente esas creencias, le pese a quien le pese. No es sólo folklore.

Algunos dicen: para formar colas, mejor hubiera sido celebrar la Semana Santa al aire libre con pasos, guardando las distancias, jaja. Más bonito sí, mejor para la salud no. Pero ha quedado claro que los andaluces no estaban por la reclusión voluntaria, y menos viendo que sus líderes acudían a cumplimentar a las cofradías, como en una Semana Santa normal.

Para la temporada de primavera-verano han amenazado (y rectificado) con imponer mascarillas en las playas y las piscinas. ¿También mascarillas debajo de las sombrillas? A ver si permiten a los sevillanos viajar a Chipiona o a Rota, a Matalascañas o a Mazagón, o a Málaga como su alcalde. A ver si así permiten la movilidad entre provincias. Porque ese es otro disparate: en Semana Santa un andaluz podía viajar al aeropuerto madrileño de Barajas, y desde allí a Cancún (México) o a otros países que no tienen reciprocidad, como dice María Jesus Montero, ni siquiera son europeos. Pero no podían viajar a la segunda residencia de otra provincia marinera andaluza.

La demencia sanitaria acabará con las restricciones. Aunque amenacen con la cuarta ola, la gente ya no se quedará a esperar en su casa. A vacunar cuanto antes, a vacunar, no sea que lleguen demasiado tarde.

José Joaquín León