LOS empresarios y los sindicatos pactan mejor cuando hay dinero por medio. Bien lo sabe Pedro Sánchez, que ha vuelto a demostrar sus dotes de titiritero con el acuerdo para la reforma laboral. Ha utilizado como peonas de confianza a Nadia Calviño, que tranquilizaba a los empresarios, y a Yolanda Díaz, que daba confianza a los sindicatos. Y así ha salido un texto que no entusiasma, que incumple básicamente lo que los empresarios y los sindicatos defendían ante los suyos. Sin embargo, es un documento esencial para presentarlo en Bruselas y que toque el Gordo de los fondos europeos. Cobrar es lo único importante y todos llevan participaciones.

Los sindicatos UGT y CCOO estaban benevolentes, por la cuenta que les traía. Tanto Pepe Álvarez como Unai Sordo saben que no se ha derogado la reforma laboral de Rajoy. Se han tragado uno de los puntos más polémicos: la rebaja en las indemnizaciones por despidos. Se criticó al PP porque despedir era más barato, y seguirá siendo igual. Ya no discuten la flexibilidad. A cambio, han conseguido la prevalencia de los convenios sectoriales en las empresas (con lo cual los sindicatos tienen más poder en la negociación salarial) y unas condiciones más rigurosas para la temporalidad de los contratos (aunque no van a desaparecer).

Los empresarios de CEOE están divididos con este acuerdo. Cuatro patronales, la catalana Foment, la madrileña CEIM, la del campo Asaja y Anfac (Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones) no apoyaron a Garamendi. Le reprochan que ha cedido en la temporalidad y en la prevalencia del convenio sectorial, que consideran nociva para crear más empleo. Pero, a cambio, se le debe reconocer a Garamendi que ha logrado que los sindicatos acepten otros puntos conflictivos y que no se liquide la reforma laboral, sino que se haya maquillado con lápiz de labios rojo.

En una negociación como esta no puede haber vencedores ni vencidos. Por tanto, es innegable que Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz han cumplido su objetivo: un pacto visual y una reforma con maquillaje. A Pablo Casado le ha fallado la estrategia política, al oponerse al acuerdo. Subirse a ese carro le convenía al PP, ya que no han derogado la reforma laboral de Rajoy, sino que sólo se ha enmendado. Las reformas no son eternas, hay que llevarlas a revisión de vez en cuando, igual que los coches. Ha perdido una oportunidad de quedar como político de consenso y sumarse a ese acuerdo, que no gusta plenamente a nadie, pero interesaba a todos.

José Joaquín León