UNO de los errores más graves que cometió Vox en la campaña andaluza fue que se la diseñaron en Madrid y se les notó demasiado. No se puede venir a Andalucía en plan chulapona de Lavapiés. No se puede enviar a Macarena Olona como una emigrante en AVE, para que aterrice en Salobreña, mientras critica a los emigrantes que llegan en patera a las costas de al lado. Y, sobre todo, que lo peor en Andalucía son las chulerías. Eso se sabe desde el 28-F, que era eso: la reivindicación de quienes no quieren que los tomen por tontos. El andalucismo siempre ha defendido que lo nuestro se decida aquí, y que no nos den coba los catalanes, ni los vascos, ni los madrileños. Sin que eso impida al andaluz sentirse español.

En Vox no se han enterado, y han vuelto a despotricar contra Blas Infante, el padre del andalucismo. Entiendo que sus ideas son diferentes, incluso que no acudan a los homenajes. Pero eso no justifica que lo insulten, ni que tergiversen su ideal andaluz. Han pintado a Blas Infante como un islamista, al que sólo les ha faltado acusar de yihadismo. Además de los colores de la bandera andaluza, en el escudo aparece Hércules, que no era moro. Es un símbolo histórico. En los tiempos del fusilamiento de Blas Infante, los moros no eran tan enemigos de los cristianos. Hasta Franco tuvo una Guardia Mora, y los utilizó en la guerra civil, y nunca se ha oído que el generalísimo fuera islamista. Aunque fue antisemita.

El ideal andaluz de Blas Infante es propio de su tiempo. Vivió en una Andalucía agraria y pobre, diferente de la actual. Los aspectos históricos no deben tapar lo esencial. Defendió que Andalucía estuviera en pie de igualdad con Cataluña, el País Vasco y Galicia. Defendió una tierra con poder de autogobierno. Blas Infante era notario de profesión, en cierto modo un filántropo, que se solidarizó con los más desfavorecidos. No era un marxista, ni lo fueron sus compañeros de las Juntas Liberalistas, ni los andalucistas históricos que llegaron a la Transición y que después cedieron el testigo a jóvenes como Alejandro Rojas-Marcos, Luis Uruñuela y Miguel Ángel Arredonda, entre otros. Después llegó el 28-F.

Quien haya conocido a la familia Infante, a su hija María de los Ángeles, o a su nieto Javier Delmás, que han luchado por mantener vivo su espíritu y su legado, saben que don Blas no se merece que lo insulten. En aquella España cainita, fue un hombre bueno, asesinado vilmente. Aunque sólo fuera por eso, se merece respeto y honor.

José Joaquín León