SE suele decir que una buena capa todo lo tapa. En este país hay que tapar muchas cosas. Justo cuando se hablaba de la sentencia de los ERE y de las condenas a Manuel Chaves y José Antonio Griñán, que no se enriquecieron personalmente, pero bueno, pasó lo que pasó. Justo cuando salía a relucir la inflación del mes de julio, que ha subido al 10,8% y es la más alta de los últimos 38 años. Justo cuando las encuestas dicen que el PSOE de Pedro Sánchez va de capa caída. Justo cuando hasta los socialistas de toda la vida están despotricando, y se suelta el lastre de Lastra, y ruedan cabezas por la madrileña calle Ferraz. Justo cuando la socia Irene Montero lanzó la campaña en favor de la obesidad, que tantos millones cuesta a la Sanidad pública. Justo entonces apareció Pedro Sánchez sin corbata, para criticar al PP y los empresarios.

Jolín y lo dice el viernes 29 de julio, que era el Día Mundial Sin Corbatas. Era el día en que más de media España se iba de vacaciones y la otra media no estaba trabajando. Quitarse la corbata en agosto no tiene gracia. En agosto sólo utilizamos las corbatas para las bodas y las procesiones. Hasta los banqueros se ponen guayaberas, como si fueran cubanos de Fidel. Este debate ya es antiguo, viene del siglo pasado. Es un debate como el de trabajar con bermudas, que suena a cosa viejuna. Es un debate tapadera. No se le debe entrar al trapo de la corbata. Prenda nada burguesa, que se puede adquirir en las tiendas de chinos, incluso más barata que una sandía en la frutería. No todo es seda natural.

Hay un momento en la vida de los presidentes del Gobierno en que huelen a fiambre político. Es cuando se lo toman a pitorreo. Pedro Sánchez está entrando en esa fase, en la conjunción astral de salir de la Moncloa. Un presidente, cuando llega, crea cierta expectación, en la segunda etapa decepciona, en la tercera es criticado, en la cuarta provoca indignación, en la quinta se le toma a cachondeo como si diera las ruedas de prensa en el circo, en la sexta se le busca recambio y en la séptima se va a su casa. El presidente sin corbata ya ha entrado en la fase del pitorreo.

Le pasó a Felipe, a Aznar, a Zapatero y a Rajoy, que conste. A todos, al final de su ciclo astral, se los tomaron a guasa. Era un pitorreo de tomarlos por el pito del sereno. Este Pedro ya va camino del réquiem político. El problema, sin embargo, no es para divertirse, porque de paso va a dejar el país en siniestro total, y no lo conocerá ni Guerra, ni la madre que lo parió. Con corbata o sin corbata, él no tiene remedio.

José Joaquín León