LA principal habilidad de la vicepresidenta Yolanda Díaz es que dice las paridas con una sonrisa. Y, como no es una niñata, se le toma en poca consideración el alcance de sus chuminadas. A la ministra Margarita Robles, que se la toma en serio, la pone atacada de los nervios. Ha vuelto a proponer algo irrealizable. Primero dijo que pondría un límite a los precios del pan y la leche, para que los pobres no pasen hambre. Después, cuando le replicaron que era imposible, ha pasado a apoyar la campaña de un híper de 30 productos por 30 euros, siempre y cuando los productos sean de su agrado. El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, dijo en Barcelona que la vicepresidenta pretende “una planificación soviética” de los alimentos. Con el telón de acero hemos topado.

Esta señora ha recibido muchas críticas. Aunque en los hipermercados están encantados, pues sólo le falta a Yolanda aparecer en sus folletos para hacerles la publicidad gratis. Por el contrario, el tendero de la esquina está que trina. Porque no puede ofrecer 20 productos por 20 euros, excepto que almuerce ese día en un comedor social.

Algunos dicen que la vicepresidenta Yolanda nos quiere poner como en Cuba. Si habéis leído las novelas negras de Leonardo Padura, con el protagonismo de Mario Conde (que no es aquel banquero que pasó por la cárcel, sino un ex policía reconvertido en detective) veréis que la comida ha sido un problema en la Cuba de Fidel Castro. Ellos les echaban las culpas a sus vecinos ricos, los yanquis, faltaría más; aunque muchos cubanos se escapaban para comer en Miami. El hambre de los cubanos se palpa en Mario Conde y sus amigos, siempre dispuestos a que la madre del Flaco les diera de comer, no se sabe cómo.

En las dictaduras, sean o no del proletariado, comer es un problema. Los mercados quedan desabastecidos con cierta facilidad. En casos extremos, aparecen las cartillas de racionamiento. En España las hubo durante la posguerra del franquismo. Eso también se lee en las novelas de la época. Algunos personajes de Cela, Delibes, Marsé o Aldecoa pasan hambre. Familias sin nada para comer. Gente famélica y desesperada. Ahora hay pobres, pero se supone que están mejor atendidos. Y, en caso de apuros, una vicepresidenta roja te pone la cesta de la compra a su gusto, y hace la campaña a las multinacionales del sector.

Todo esto a los ricos les da igual, porque Yolanda aún no ha propuesto subir los impuestos a los bogavantes y los centollos.

José Joaquín León