SON muy curiosas las reacciones al escrache que sufrió Macarena Olona en la Universidad de Granada. Una vez más, se ha comprobado que la democracia y la libertad de expresión es entendida por algunos según sus colores. Cuando, en la realidad, o existe para todos, o no existe. También es curioso que las universidades sean los escenarios predilectos de los radicales para impedir la libertad de opinar. Obviamente, muy pocos universitarios son así, e incluso es raro que esos revoltosos estudien en alguna facultad, ya que en su mayoría son ninis alborotadores. Y también se debe precisar que esos violentos son de extrema izquierda.

Los incidentes con Macarena Olona en Granada tuvieron una curiosa valoración en algunas tertulias televisivas. Se llegó a decir que la culpa fue de ella, por no suspender el acto. Según eso, en este país renunciaríamos a la libertad para hablar cada vez que algún intolerante amenace con el boicot. Ya ha ocurrido, y eso es lo peor. La solución debe ser garantizarlo. Y, si los radicales no son capaces de respetar, pues para eso existe una policía democrática.

Sería una ingenuidad pensar que fue sólo un ataque contra Vox, aunque según dijo Santiago Abascal, la señora Olona ya no es militante. Le puede pasar a una ex militante de Vox, pero también de otros partidos. Uno de los más castigados por los radicales universitarios ha sido el socialista Felipe González, al que intentaron agredir en la Universidad Autónoma de Madrid, mientras lo acusaban de “fascista” y “terrorista”. Corría el año 2016 y el acto fue suspendido. Felipe ha sufrido más incidentes.

Hay radicales tan radicales que hasta Pablo Iglesias el podemita les puede parecer un “vende obreros”. Así lo calificaron en 2020, cuando le reventaron otro acto en la Universidad Complutense de Madrid. Entonces Iglesias era vicepresidente en el Gobierno de Pedro Sánchez. Algunos recordaron que Pablo Iglesias, en sus tiempos de activista, participó en un escrache similar a la entonces socialista Rosa Díez.

No sólo pasa en la Universidad, donde los discípulos de Aristóteles deberían dialogar con los de Platón. Está de moda reventar los paseos/mítines de Pedro Sánchez, como lo estuvo montar broncas a Chaves y Griñán desde antes de ser condenados por los ERE. Es decir, el reventador está al acecho, según qué días. Luchar contra la intolerancia es cuestión de higiene democrática. Y ningún partido debería callar cuando afecte a sus rivales, sean los que sean.

José Joaquín León