EN Andalucía, como en el resto de España, se habla mucho de Cataluña. Por el contrario, en Cataluña se habla menos de Andalucía. Por eso, es positivo que el presidente de la Junta, Juanma Moreno, tras su éxito en el Foro Joly de Madrid, intervenga mañana en un Foro del diario La Vanguardia en Barcelona. Y que pronuncie (se supone que será en lengua española) una conferencia con el sugerente título de Andalucía, un nuevo liderazgo. No sé si aprovechará la oportunidad para invitar a los ricos catalanes a domiciliarse en Andalucía, donde no pagarán el impuesto de Patrimonio. Aunque le recomendaría que no insista con eso, ya que se mosquearon cuando lo dijo. El presidente del Cercle d’Economía, Jaume Guardiola, lo consideró una falta de respeto.

Allí hay otras faltas de respeto; como que se pasen por salva sea la parte las sentencias de los tribunales. Pero, en la polémica del idioma, hay demagogia y falsedad. No es cierto que en Cataluña sólo se hable el catalán. Cualquiera que pasee por las calles de Barcelona comprobará que suele haber más gente hablando en español que en catalán. Y que muchos de ellos son jóvenes, educados en las escuelas pujolistas. Es cierto que Barcelona no es como otros lugares de Cataluña, singularmente Girona, donde los independentistas se atrincheran con fuerza. Y también es cierto que hay independentistas bilingües.

El director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, intervino el pasado martes en otro Foro Joly (muy interesante, por cierto), en el que negó que la lengua española esté en peligro en Cataluña. Según un estudio que encargó la RAE, en torno al 80% de los catalanes son bilingües y hablan las dos lenguas habitualmente. Además de que los inmigrantes extranjeros hablan más en español. La queja de los independentistas es justo la contraria: que el catalán va en retroceso y por eso lo fomentan con sus leyes discriminatorias.

Como dijo Muñoz Machado, que no es sospechoso de indepe, tener una lengua vernácula, como el catalán, el euskera o el gallego, es una riqueza. Pero no se debe legislar para acabar con un idioma. Imponer las lenguas a la gente es un error. Muñoz Machado recordó los orígenes de la Torre de Babel, donde empezó todo, y de allí salieron hablando en lenguas extrañas. Gracias a la informática, tenemos traductores automáticos, que nos pueden publicar discursos en español y catalán. Juanma Moreno pudiera decir: “Ja sóc aquí”. Y palante…

José Joaquín León