CON naturalidad, como quien no quiere la cosa, este país se está dividiendo en pobres y ricos. Algunos dicen que es por culpa de la lucha de clases marxista, que sustenta ideológicamente a los partidos del Gobierno, especialmente al sector de Unidas Podemos, y que ha contagiado a aquel PSOE socialdemócrata de hace 40 años. Creo firmemente que no es tanto un problema teórico como práctico. En los últimos años (quizás desde que Pedro Sánchez es presidente y Pablo Iglesias era vicepresidente), los pobres van en aumento. Ciertamente, hay más. ¿Y de quién es la culpa? Como el Gobierno no va a asumir su responsabilidad, acusa a los ricos, cada vez más odiados.

Por supuesto, siempre han existido pobres y ricos, como se aprecia en los Evangelios. Sin entrar en detalles antiguos, se supone que lo natural sería que los pobres disminuyeran gracias al progresismo; incluso que ya nadie fuera pobre, con lo cual los ricos no serían tan ricos. Cuando el país se divide en ricos y pobres (y hay más pobres), es porque las desigualdades han aumentado. Y eso significa que el progresismo sanchista y podemita no funciona, ya que cosecha los fines contrarios a los deseados.

Al tratar de pobres y ricos, me acuerdo de El banquero anarquista, un libro escrito por Fernando Pessoa, publicado en 1922, cuando Portugal era muy pobre. El protagonista es un banquero, que se considera más anarquista que los propios anarquistas. Pues su anarquismo consiste en superar las desigualdades; y, para quien nació pobre, no hay mayor triunfo social que llegar a ser banquero. Es “un sublevado contra la injusticia”, según se califica a sí mismo. El éxito del pobre consistiría en ser rico; no en conformarse con que todo el mundo sea pobre.

Pessoa, con su sátira dialéctica, es oportuno para estos tiempos, que se alimentan de contradicciones. Cuando ganó Felipe en 1982, el PSOE era socialdemócrata y no se disfrazaba de populismo. Algunos ensayistas consideran que la transición pacífica a la democracia fue posible en España gracias a la herencia del plan de 1959, que impuso EEUU y aceptó el franquismo a regañadientes, y que creó la generación del Seat 600. El objetivo era que España dejara de ser aquel país de pobres y ricos que sufrió una guerra civil, con una durísima posguerra, para que se transformara en un país de clases medias en los 60 y los 70, como la Europa próspera que se estaba forjando.

Hablar de pobres y ricos implica que esa izquierda sanchista y podemita ha fracasado en su gobierno. Recurren a las limosnas porque no hay justicia social.

José Joaquín León