NO es una novedad, pero está de moda. Vivimos en el tiempo de los emojis y sobran las palabras. En los tiempos arcaicos de la vieja política también había comunicación no verbal, pero era más áspera. Por ejemplo, en un pleno municipal, si algún concejal esbozaba un corte de mangas se le entendía perfectamente. O si alguien ponía el dedo índice hacia arriba. Y, si mostraba dos dedos, cabía interpretar a distancia si era el signo de la victoria o unos cuernos como los de los bueyes del Rocío. Fíjense que Messi, Cristiano y todos los futbolistas de ciertas pretensiones se tapan la boca cuando hablan entre ellos, como si trataran secretos de Estado o la declaración del IRPF. En cambio, cuando reclaman al árbitro y sus auxiliares se les entiende todo.

Sin embargo, el gran líder mundial de la comunicación no verbal es Donald Trump. Este tipo es  un libro abierto para los expertos en la materia. Y para los intérpretes, que abundan, como los expertos en coaching. Trump le da un apretón de manos a Macron y se mide la intensidad. Si apenas la sostiene significa que no se fía. Y cuando acude al Vaticano, para que lo reciba el Papa Francisco, no veas las caritas de los dos. El Papa lo saludó como si se le hubiera colado un conocido pelmazo con toda la familia en un apartamento de la playa. Una alegría contenida. Donald, en plan patoso, se sienta antes que Su Santidad y no le guarda las formas. Por el contrario, cuando bailó con los sables en Arabia Saudí, a Trump se le notó que daría bien el tipo para salir en un cuarteto del Carnaval de Cádiz. Y para entender eso no se necesitan palabras.

En la alta política, contratarán a expertos en comunicación no verbal, que pasarán a ser imprescindibles. Esa coleta buena no será igual si se la toca, o se la retoca, o se la menea. Conste que siempre me ha interesado la asignatura. He leído libros al respecto, unos más serios que otros. Pero, en general, para interpretar los gestos, no hace falta llegar a la tesis doctoral.

Otro logro del tiempo de los emojis es la lectura de los rostros. Es una sabiduría oriental, como tantas. Leyendo las caras, se puede ver si un señor es adecuado para convivir con una señora, y cosas así. O si es un mentiroso que lo disimula. O si vale para presidente del Gobierno, o es mejor que se dedique a actividades productivas. Tampoco es nuevo. En el refranero se incluye que la cara es el espejo del alma. A veces se dice más cuando no se dice nada. Acertar con los signos, entenderlos a tiempo, ahí está el secreto del tiempo de los emojis.

José Joaquín León