EL discurso de Navidad de Su Majestad el Rey es como la cuadratura del círculo. Se intenta que contente a todos los partidos y que no sea conflictivo. Es misión imposible. A priori, ya se sabe cómo reaccionarán, pues depende de las convicciones. En el discurso de este año había gran expectación, a ver si el Rey se mojaba. Por supuesto, los de siempre estaban preparados para dispararle. No ha sorprendido nada. Aunque sí es interesante reflexionar sobre el papel de la monarquía constitucional en circunstancias como las actuales. Se suele decir que es el árbitro de la política nacional. Pero se puede arbitrar para pasar desapercibido o para tener protagonismo a lo Mateu.

Los discursos de los monarcas han cambiado poco desde la Transición. Los de Felipe VI no han alterado demasiado los esquemas habituales con Juan Carlos I. Es admirable que unas palabras, que son iguales para todos, puedan ser interpretadas de diferente forma. Pero es normal en un país dividido en dos bandos, cada vez más dificultados para alcanzar acuerdos mínimos.

El Rey habló de la unidad que debe existir en una democracia. Sabemos que respetar las diferencias es lo que caracteriza a las democracias, con respecto a las dictaduras de derecha o de izquierda. El fascismo y el comunismo no respetan las diferencias, el liberalismo sí. Pero hay que alcanzar acuerdos de convivencia, y cumplirlos. Lo mismo se puede decir de la separación de poderes. En el funcionamiento de las instituciones, hay fronteras y principios básicos que se deben respetar. Sin romperlas a capricho de los gobernantes.

La propuesta de Felipe VI para buscar más unidad en las instituciones eclipsó el resto del discurso, en el que también aludió a la crisis. A los de Greenpeace no les gustó que el Rey se olvidara de la sequía que hemos padecido. Ya había llovido en diciembre, ¿verdad?, y tampoco un discurso breve puede englobar todo. Podríamos decir que tampoco habló de la eliminación de la selección española de fútbol en el Mundial de Qatar, a pesar de que dijo que España es una gran nación. Y lo era, pero desde que España ganó en 2010 no ha pasado de los octavos de final en un Mundial.

No disparen a Su Majestad (en sentido político, se entiende), que para eso ya usa el trabuco Rufián, el socio de Sánchez. El PSOE ha estado institucional, excepto la guindilla de Odón Elorza, al que se nota mayor. Esta gran nación se merece mejores políticos. Aunque eso el Rey no lo dijo.

José Joaquín León