TERMINO esta trilogía de artículos dominicales sobre la vivienda, recordando que el populismo del Gobierno del PSOE sanchista y Unidas Podemos, con sus colegas independentistas de ERC y los proetarras de Bildu, está en el camino de conseguir que el sueño de tener un piso propio sea cada vez más difícil de cumplir para los jóvenes. No construyen viviendas sociales, los alquileres están más caros que nunca, las hipotecas han subido a niveles de impagables y, como remate, conceden mayores ventajas a las okupaciones de pisos. Para colmo, cuando Pedro Sánchez, en plena campaña de promesas, anuncia que avalará el 20% de las hipotecas a jóvenes, los líderes de Podemos dicen que es “una infamia”. Es un Gobierno que destrozará el mercado inmobiliario en pocos años, si las urnas no lo remedian.

Escribía el domingo pasado que tener un empleo fijo y un piso en propiedad era el ideal de las familias en los primeros años de la democracia. Antes cada generación vivía mejor que la anterior. En la vivienda, aunque con un declive en la construcción de pisos sociales, existía un mercado asequible. La expansión de los pisos de renta libre estuvo favorecida por el abaratamiento de los préstamos hipotecarios. El dinero para comprar un piso se abarató, hasta el punto de ser más beneficiosas las hipotecas a interés variable que las fijas. Era más rentable comprar que alquilar.

En muchas ciudades andaluzas se crearon cooperativas profesionales para construir pisos. Por poner un ejemplo, algunas Asociaciones de la Prensa se dedicaron a promover pisos para sus asociados. Lo mismo sucedió con otras profesiones, gremios, fábricas, etcétera. El cooperativismo tenía un componente social. Hasta UGT y CCOO construían pisos, sin entrar en detalles.

Los pisos se pagaban con sacrificios, pero se podían pagar, en los tiempos de Felipe y Aznar. Algunas familias invirtieron sus ahorros en la compra de pisos. Para disponer de una renta que les aliviara la vejez, o dejárselo en herencia a sus hijos. A eso llamaron la cultura del esfuerzo y del ahorro.

No se esperaba que llegaran unos populistas al poder, pregonando que robarían a los ricos. No se esperaba que confundieran con los ricos a personas modestas, que se habían sacrificado muchos años (a veces sin vacaciones) y ahorraron para pagar sus hipotecas. Hoy se burlan de esas familias y de sus hijos. Y dicen que la economía está mejor que nunca, gracias al Gobierno. Tiene razón Podemos: es una infamia.

José Joaquín León