ALGUNOS politólogos consideran que fue un milagro. Quizás porque ocurrió el martes 3 de octubre, festividad de San Francisco de Borja y víspera de San Francisco de Asís, y estaban en el sevillano palacio de San Telmo. Es posible que en Doñana toda la noche oyeran pasar pájaros, como hubiera recordado Caballero Bonald. Pero nadie oyó llover, por muy buen oído que tengan, pues ese sí que es un milagro de superior dimensión, que suele necesitar rogativas previas. Lo cierto es que en San Telmo alcanzaron un acuerdo entre la Junta de Andalucía, que gobierna el popular Juanma Moreno, y la vicepresidenta tercera del Gobierno sanchista, la socialista Teresa Ribera, y lo celebraron juntos, y se dieron la mano.
No se le ha concedido el valor que merece. Porque pesaban unos antecedentes tremebundos. Estos dos políticos enfrentados (uno del PP, otra del PSOE) se dijeron frases feísimas antes de las elecciones. Ella lo llamó señorito arrogante. Y él la acusó de hundir a la fresa y de insultar a Andalucía. Hoy en día que dos políticos de bloques contrarios se insulten, se menosprecien, o no se miren a los ojos, se considera normal. Aunque no todos son así. Porque conozco algunos que incluso se van de copas juntos. Pero, oficialmente, en este estado de crispación, se suponía que lo de Doñana sólo podía resolverse a las bravas: enviándose los padrinos. En siglos pasados, se saldaba con duelos a primera sangre.
Por consiguiente, llama la atención que un presidente autonómico del PP y una vicepresidenta del Gobierno sanchista hayan alcanzado un acuerdo para un asunto en el que tenían un enorme contraste de pareceres. Es cierto que el acuerdo se ha conseguido después de que la vicepresidenta viajara con 350 millones de euros para comprar terrenos, a cambio de no presentar la ley que permitiría regadíos en la corona norte del parque y buscar alternativas. El riego era difícil de aprobar, pues no hay agua para permitirlos ahí, ni es probable que la hubiera antes de 2030. Excepto que diluvie como en los tiempos de Noé.
Mañana se reúne Sánchez con Feijóo en el Congreso. La gente prudente piensa: ¿y por qué no se ponen de acuerdo para otros asuntos? Por ejemplo, para un Gobierno decoroso, para el Poder Judicial, para no ofrecer la amnistía a uno que amenaza con cometer el mismo delito otra vez, para leyes que no originen el efecto contrario al deseado… Pero seamos realistas: Doñana no ha sido un milagro, sino un espejismo.
José Joaquín León