TODOS los contubernios, chantajes y operaciones de venta de votos al por mayor que ha montado Pedro Sánchez se evitarían si tuviéramos el sistema electoral de Francia. El mismo sistema que ha permitido a los franceses frenar a la extrema derecha de Marine Le Pen permitiría en España liquidar a Frankenstein. La segunda vuelta, la segunda oportunidad. Eso es democracia directa, ya que los máximos dirigentes son elegidos directamente por el pueblo. Cuando no consiguen mayoría absoluta a la primera, van a la segunda vuelta. Por el contrario, en España se vota una sola vez y los máximos dirigentes (presidentes del Gobierno, de las autonomías y alcaldes) son elegidos después por los representantes (parlamentarios o concejales), que se pueden someter a cambalaches y extorsiones a cambio de sus votos. El sistema se ha viciado. Y compran y venden los cargos sin rubor, a cambio de lo que pidan, sea lo que sea.
Tenemos un grave problema, que no es el sanchismo, sino la democracia ultrajada. Más aún cuando en el PSOE (y quizás en otros partidos) hay dirigentes que no tienen problemas en votar contra su conciencia, porque les interesan más los cargos y los sueldos. El sistema se pervierte, ya que los grupos pequeños son sobrevalorados, y así presionan al límite, y tratan de ganar lo que no consiguieron en las urnas.
No estamos, pues, en una democracia, sino en una oligarquía de los políticos. En el país manda una casta, una aristocracia política. Con el sistema de doble vuelta de Francia todo hubiera sido más sencillo. El presidente del Gobierno se hubiera elegido en segunda vuelta entre Alberto Núñez Feijóo, del PP, y Pedro Sánchez, del PSOE, que fueron los dos más votados. En Cataluña, el presidente de la Generalitat se elegiría en segunda vuelta entre Salvador Illa, del PSC, y Carles Puigdemont, de Junts, que fueron los dos más votados. Y nos importaría un comino lo que digan ERC y sus 8.200 militantes. Y el concierto fiscal solidario nos sonaría a Taylor Swift y Aitana.
Evitar intermediarios favorece que las transacciones salgan más baratas. Si la gente pudiera elegir a sus dirigentes con una segunda oportunidad, nos ahorraríamos el chantaje de los intermediarios. Algunos actúan a la desesperada, sabiendo que tienen muchos sueldos en juego. No era previsible que pasaría lo que está pasando cuando se aprobó este sistema electoral. A pesar de algunos pactos municipales y de los primeros tránsfugas. Pero, desde las elecciones del 23-J, la adulteración del sistema por la falta de ética y la desvergüenza ha ido a peor.
José Joaquín León