A Pablo Iglesias, y a los de Podemos en general, se les nota demasiado que el procés de Cataluña les incomoda. Para empezar, obliga a definirse en una cuestión donde les conviene mantener la cobardía de la ambigüedad. Para seguir, les crea un conflicto territorial en Cataluña, donde sus bases son independentistas, y les origina un marrón en el resto de España, porque pueden desencantar a  votantes que arrebataron al PSOE. Para justificar lo injustificable, sus dirigentes (incluyendo a su lideresa andaluza Teresa Rodríguez)  han optado por la cuadratura del círculo: apoyar el referéndum, pero no la independencia de Cataluña.

A la vista salta que se trata de una memez, políticamente hablando, ya que convocar un referéndum para que sigan integrados en España (donde ya están) es una pérdida de tiempo y de dinero que se podría destinar a la sanidad y la educación, en vez de hacer gastos inútiles. Pero, aún sin tener ese despropósito en cuenta, resulta que el referéndum para la independencia de Cataluña no es un derecho del pueblo catalán, sino un acto ilegal, por dos cuestiones que nunca deberíamos olvidar:

1. La decisión no afecta sólo a Cataluña, sino a toda España.

2. Según la Constitución vigente (que es la norma suprema válida), la soberanía es de España. Por lo que el derecho a decidir correspondería a todos los españoles, no sólo los catalanes.

A partir de esos dos preceptos, tan sencillos y claros, se puede dialogar sobre lo que apetezca, pero sin rizar el rizo, ni justificar lo injustificable, ni engañar a la gente. No se trata de prohibir la libertad de decidir, sino que no pueden convocar una consulta sin cumplir los requisitos y sin garantías, porque es ilegal y antidemocrática.

Se comprende que para Podemos es muy difícil justificarse y ponerse al lado de los partidos de la casta para defender la libertad de todos los españoles. Se entiende que para ellos es más práctico que Ada Colau les siga ayudando a conquistar los cielos de la Moncloa con los votos de Barcelona, para lo cual no pueden olvidarse de la facción independentista que los apoya. Ayer Colau dijo que la prohibición es “una vergüenza”. Se supone que Pablo es capaz de echar la culpa a Rajoy por no haber negociado, sin recordar que la hoja de ruta de Puigdemont y los suyos tiene como único fin la creación de un Estado independiente en Cataluña.

En resumen, Podemos no puede. Ya no puede seguir con la ambigüedad. Se ve lo que hay debajo de la careta.

José Joaquín León