EL primer lunes de Cuaresma sigue marcado en las agendas de los cofrades de Sevilla. Es el día del Vía Crucis de las hermandades. El matiz es importante. Cada año el Consejo  nombra una imagen, titular de una cofradía, pero es un acto conjunto, de todos, para el que existe un protocolo y unas normas. Se celebra en el interior de la Catedral, donde son rezadas las estaciones y la meditación final. No es un culto callejero, sino que la imagen sagrada es trasladada desde su templo, en unas andas, con recorridos de ida y vuelta. Este año han designado al Cristo de la Conversión del Buen Ladrón, de la Hermandad de Montserrat, una imagen excepcional, que cumplirá cuatro siglos, obra de Juan de Mesa, de la que se ha dicho que es como “el Gran Poder crucificado” (es parecido, pero no es exactamente así), y que no había sido elegido hasta ahora.

Cualquier designación que realice el Consejo de Cofradías está sometida a la polémica. El Vía Crucis no es la excepción. Por supuesto, no me refiero al Cristo de la Conversión, una imagen de indiscutible belleza y devoción, sino al sistema en sí mismo. Cada Junta Superior del Consejo, según los momentos, ha aplicado unos criterios humanos revisables, no siempre idénticos. El principal requisito es no repetir, aunque tampoco se ha cumplido, por motivos excepcionales.  Ahora queda sobre la mesa otra cuestión: que salgan las imágenes del Cristo Yacente (Santo Entierro) y el Señor de la Salud (Los Gitanos), que fueron designadas, pero no pudieron ser trasladadas a la Catedral por la lluvia. Darles una segunda oportunidad es razonable.

En la religiosidad popular sevillana hay imágenes con más devotos que otras. Es una realidad innegable. No significa que deban establecer el ranking de las imágenes con más devotos, ni frivolidades semejantes. Es obvio que cualquier titular de una hermandad cuenta con la devoción de sus hermanos y fieles. También es obvio que todos los años no puede salir el Señor del Gran Poder en este acto penitencial. Vivimos en una sociedad y en una ciudad que se ha obsesionado por las cantidades, por el objetivo de cada año más.

En el Vía crucis de mañana está garantizada una amplia participación. El Cristo de la Conversión moverá multitudes. Pero el debate sobre el acto penitencial del primer lunes de Cuaresma no hay que enfocarlo en la cantidad, sino más bien en la calidad de nuestros sentimientos. Es una oportunidad para avanzar en la Cuaresma con un testimonio de fe.

José Joaquín León