EN la interesante exposición del Centenario de la marcha Amarguras llamó la atención, una vez más, el manto que perdieron en la cofradía de San Juan de la Palma. Ese manto, obra de Rodríguez Ojeda, lo luce actualmente la Virgen del Desconsuelo, de la cofradía de los Judíos de San Mateo, de Jerez de la Frontera. Ese manto vuelve de Jerez a Sevilla de vez en cuando, para ser expuesto y que los cofrades sevillanos se persignen cuando lo vean. Ese manto (y otras obras de arte) había venido en 1983 cuando Luis Becerra organizaba en el entonces edificio de Caja San Fernando, en la plaza de San Francisco, sus recordadas exposiciones de Cuaresma. Fue un pelotazo, un modelo a seguir. Y dejó en evidencia las barbaridades cometidas en la Semana Santa del ayer.

Un manto eclipsa a una partitura o a un violín, por lo que no sé si fue buena idea mezclarlo con la música de los Font de Anta. En 1926 la Amargura estrenó un nuevo palio y en 1927 un nuevo manto, suntuoso, que completaba el conjunto de espléndidos bordados. Ambas obras procedían del taller de Juan Manuel Rodríguez Ojeda. Son los que luce actualmente el Domingo de Ramos, considerados entre los mejores de la Semana Santa de Sevilla. El error consistió en que ese maravilloso estreno se completó con la venta de su anterior manto, de 1904, asimismo realizado por el taller de Juan Manuel, que adquirió la cofradía jerezana de los Judíos de San Mateo.

A la Amargura le faltó entonces la visión de futuro que tuvieron otras cofradías. Se han criticado mucho las sustituciones y ventas realizadas en Sevilla. Pero no todas las cofradías procedieron así. La Macarena, cuando encarga un segundo manto a Juan Manuel, el de tisú verde, estrenado en 1929, no optó por vender el camaronero de 1900, sino que lo mantuvo. Igualmente procedió en 1964, cuando estrenaron el de la Coronación, obra de  Esperanza Elena Caro. Más recientemente, en 1991, cuando el Gran Poder estrenó el manto de Fernández y Enríquez para la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso (donado por Manuel Ruiz de Lopera) no se deshizo del anterior de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, de 1904, que estaba muy deteriorado, sino que lo restauraron posteriormente.

Lo malo no ha sido estrenar, sino vender. El patrimonio se puede ampliar sin causar pérdidas. Existen condicionantes económicos a veces insalvables. Actualmente algunas cofradías, caso del Valle, tienen dificultades con la conservación de sus bordados históricos. Pasar no es renovar. Pero todo no se puede pasar. En el futuro, puede que llegue una nueva etapa de estrenos, y no sólo de conservación. Entonces se planteará el dilema de antaño, que originó aquel tiempo de tesoros perdidos.

José Joaquín León