HEMOS entrado en la Santa Cuaresma con un perceptible optimismo. Después de dos años sin pasar cofradías por la carrera oficial para cumplir su estación de penitencia a la Catedral, se espera una Semana Santa lo más parecida posible a la que conocimos. Quiero decir a la que conocimos en los últimos años, porque no habrá grandes cambios, ni mutaciones revolucionarias, ni tampoco restricciones fuertes o medidas coercitivas de ningún tipo. La mayor diferencia será el uso de mascarillas en las bullas y posiblemente en la carrera oficial. No así en los costaleros, que irán como siempre. Testados o sin testar, que no está claro. Pero sin faldones levantados, ni itinerarios por avenidas, ni paridas así.

El consejero de Salud, Jesús Aguirre, ha sido nítido en sus previsiones, que invitan al optimismo de la normalidad. Este año la Semana Santa coincidirá con el final de la sexta ola y un periodo sin nuevas variantes a la vista. Esa es la previsión, aunque nunca se sabe. Pero sí se sabe que la situación es mejor, con las vacunas y con la campaña soterrada de gripalización para que media España se contagie con síntomas más o menos leves (los últimos muertos no son tan leves, pero se han asumido con resignación); y en ese ambiente han vuelto los ritos, con naturalidad.

Mañana se celebrará el vía crucis de las cofradías. Tras el vía crucis estático de 2021 con el Nazareno de la Corona, vuelve el vía crucis a las calles, con el Señor del Prendimiento. Saldrá de su capilla de San Andrés, en la calle Orfila, para recorrer un itinerario muy céntrico, como le corresponde. Un itinerario no muy largo, ni por avenidas periféricas, pues para eso se hubiera designado otra imagen. Se supone que todo el mundo en general utilizará mascarillas, que es lo recomendado.

Han vuelto las protestaciones de fe de los hermanos en las funciones principales, han vuelto los almuerzos de hermandad, han vuelto los repartos de papeletas de sitio, han vuelto los capirotes a Matahacas, San Esteban o la Alcaicería, han vuelto las exposiciones del Círculo Mercantil, han vuelto las torrijas en interiores, y ha vuelto el azahar a según qué naranjos. No han vuelto los besamanos, que se siguen llamando veneraciones, y que han perdido público, lo que ha causado cierta preocupación. Aquí y en Jerez, se diría que quien no toca no ve. Y tampoco han vuelto los cofrades que perdimos en esta pandemia, que ha causado muertes en las hermandades, como en todo. Aunque también nacieron nuevos hermanos, que recogerán el testigo y saldrán por primera vez en este 2022 de recuperación.

Será una Semana Santa de transición, después de la pandemia. “En tiempos de tribulación no hacer mudanza”, es frase que se atribuye a San Ignacio de Loyola, aunque parece que no la dijo así. En estos tiempos atribulados, con elecciones a la vista en el Consejo, el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía, nadie se arriesga a inventar. Es comprensible. Por lo menos que la Semana Santa se quede como estaba. Como estaba antes de la pandemia.

José Joaquín León