TODOS TUS AÑOS SON DE ESPERANZA
En 2025 somos peregrinos de Esperanza. El Papa Francisco abrió el pasado 24 de diciembre la puerta santa para inaugurar el Año de la Esperanza. Aunque yo les recuerdo que Sevilla tiene una Semana de la Esperanza todos los años, y que la puerta santa se abre con júbilo cuando empieza la Madrugada y pasa la Esperanza por debajo de un arco.
¿Y qué te digo yo, Esperanza Macarena? Si ya han agotado los piropos Antonio Rodríguez-Buzón, Joaquín Caro Romero, Juan Sierra y tantos poetas. Si han escrito glorias benditas Antonio Burgos, Carlos Colón y todos los pregoneros…
Pues me lo dijo una devota de la Esperanza: “Tú no le digas nada, que Ella te dirá lo que le tienes que decir. Cuando estés a su lado, verás que habla. Y hasta respira”.
Y yo estuve una noche a su lado, cara a cara. Y entonces lo entendí: la Esperanza no habla con la boca, habla con los ojos.
Parece que la Esperanza no te ve, hasta que de pronto descubres su mirada. La voz no sale de sus labios entreabiertos, pero hablan sus ojos. Y hablan sus manos, cuando las besamos con un beso que sale del corazón.
Y entonces supe que no importan las palabras.
En tu cara, Esperanza Macarena, se resume toda la encíclica Dilexit nos: Tú regalas la Esperanza a los que te abren el corazón.
Y, cuando sales en la Madrugada, ¿Tú quién eres?
Eres la Madre de la Belleza, la luz más fulgurante de la primavera.
Eres la gloria divina que bajó a Sevilla en un ascensor de ángeles.
Eres la muralla que protege la fe y el arco que nunca cruzarán los demonios.
Eres rosa de oro en las huertas, azucena de bronce en la Giralda, clavel blanco en un balcón de tu barrio.
Tus ojos son perlas que se posan en el vacío. Y tu tristeza remota se diluye en un pozo de otros siglos. Eres la muerte ya derrotada, la vida que brilla con una centella en tus ojos, la resurrección pregonada.
Sale la Esperanza para que amanezca el día de la salvación. Santa Ángela y sus hijas te cantan, con sus voces y sus vidas, Estrella de la mañana, Virgen pura y bendita, Macarena por la gracia de Dios.
¿Y quién te pudo hacer? Ningún autor anónimo. A ti te hizo el Espíritu Santo, y después escondió el molde de tu cara en un palomar del cielo. Y un día le encargó a Juan Manuel que te bordaran el manto camaronero.
Y paseas más morena por la calle Feria, y son celosías de tu embrujo los balcones de la calle Parras, y se ofrece el Arco como una elegía que te aclama, y te reza una voz en una saeta por martinetes. Tú eres la belleza más grande que inventó Dios para enamorar a Sevilla.
Pero no eres sólo María Santísima de las Horas Bonitas. Eres la que redime la pena de los presos. Eres la que conforta en su vejación a las prostitutas. Eres la que calma en sus pesadillas a los drogadictos. Eres la que abraza a las embarazadas que no querían un hijo, pero deciden no abortar. Eres la que ayuda a las mujeres maltratadas. Eres la que salvas a los bebés abandonados, la que acoges a los niños huérfanos, la que acompañas a los ancianos en su soledad, a las personas sin hogar, a los enfermos mentales, a los pacientes incurables, a los que sufren malformaciones, a los que necesitan un trasplante para vivir, a los mendigos que piden limosnas.
Tú eres la Letanía del Universo, la Mujer vestida de Sol, la Reina del Paraíso, la Musa del poeta, la Mocita de San Gil, la Flor de las flores, la Rosa de oro del Papa...
Relucen tus cinco mariquillas verdes, reluce tu corona de oro, pero lo que más brilla es tu Esperanza. Eres la que llora lágrimas como gotas de agua que ablandan los corazones. Eres la Luz que se aparece en “la puerta del espanto” a los hijos de la ira en su dolor, a los torturados en su horror, a los que gritan en su desesperación, a los que rezan y no saben ninguna oración.
Eres la Esperanza del mundo…
Y te lo dijo el poeta, cuando te coronó con versos, y yo te lo digo también: “Vírgenes habrá otras, pero ¿como Tú? ¡Ninguna!”.
Porque eres la Madre de Dios y lo has besado en su cuna.
José Joaquín León