SE podría decir que el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, tiene una flor como la que cultivaba con éxito Johan Cruyff. Todo le sale bien. A diferencia de quienes parecen gafes, es lo contrario: un talismán. Entre sus mejores especialidades están los premios y congresos. Todos vienen a parar a Sevilla. Ha conseguido los Goya (que tienen premio por partida doble), pero también los premios de Cine Europeo, y los Max, y los Forqué, y los Ondas, y cualquier cosa que se le ocurra, donde haya faranduleo y lucimiento mediático. En los Goya tiene el glamour garantizado el próximo febrero, a un trimestre de las elecciones municipales. Y sin problemas: los indignados estarán callados, ya que es una fiesta de su agrado.

Al alcalde, por rizar el rizo, le ha faltado conseguir que la final de la Supercopa de España de este año se dispute en Sevilla, aunque sea en el estadio de La Cartuja. Al Sevilla no le ha gustado que la final se juegue en Tánger, que está en Marruecos. Si bien deberíamos recordar que en Tánger, precisamente, editaban un magnífico periódico de la posguerra, denominado España, que fue un atisbo de libertades. Allí trabajó el periodista Antonio Colón, que después fue redactor jefe en Abc.

Para seguir su buena racha en las concesiones de eventos, premios, congresos y demás, a Juan Espadas le falta el más difícil todavía: unos Juegos Olímpicos. El sueño olímpico se presentó, con el discurrir de los años, como un delirio de Alejandro Rojas-Marcos, que se desinfló cuando dejó de ser alcalde. Aquel testigo lo recogieron en Madrid, que también fracasó, pero se le perdonó, y le quedaron como recuerdo varias líneas de Metro (que ya las hubiéramos querido aquí), así como la famosa frase del café con leche que legó la alcaldesa Ana Botella para la posteridad.

Y también le falta al alcalde conseguir otra Exposición Universal. Ha conmemorado los 25 años de la última, pero eso no deja de ser un cumpleaños. En Sevilla, desde 1929, se ha adoptado la costumbre de organizar un par de exposiciones universales cada siglo. Facilitan una transformación urbana, obras públicas necesarias y un chaparrón de millones. La siguiente ya está tardando demasiado. Algunos la pretenden para 2029, cuando coincidiría con el centenario de la primera.

Si Espadas consigue unos Juegos Olímpicos y otra Exposición Universal pasará a la historia con algo más que una glorieta en Palmas Altas o la Hacienda del Rosario.

José Joaquín León