LAS cuentas del Alcázar de Sevilla parece que son como las del Gran Capitán, por lo que merece la pena aclararlas sin sombras de dudas. Para el Ayuntamiento, el Alcázar se ha convertido en la gallina de los huevos de oro. Con la subida del precio de las entradas, según el nuevo convenio pactado entre el Alcázar y el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS), este organismo municipal percibirá hasta tres millones de euros al año. ¿A qué los destinará? Ahí está la gracia. Se habla de “actividades culturales”, sin definir. Según el convenio firmado en 2014 (con Zoido de alcalde), obtenían un millón de euros anuales, que sólo podían invertir en el Antiquarium de la Encarnación, el Castillo de San Jorge y el Museo de la Cerámica de Triana. La oposición del PP y de Ciudadanos ha acusado al delegado de Cultura, Antonio Muñoz, de desviar fondos, aunque él lo niega.

El primer monumento laico de Sevilla no puede estar bajo sospecha. Se complica con la incidencia del árbol, aquel palo borracho nefasto, que ha puesto la lupa sobre la conservación del monumento y sus jardines. Tras subir las entradas, con el nuevo convenio, el ICAS puede recibir un cheque en blanco de tres millones. Es lo que dice Ciudadanos, por medio de su portavoz, Javier Millán. A su vez, el PP responsabiliza a Antonio Muñoz, al que Beltrán Pérez acusó de una gestión “caótica”.

Por el contrario, Muñoz defiende su plan, y dijo que gracias al Alcázar van a pagar 15 millones para restaurar el patrimonio histórico. Ha incluido, entre otras, las obras del Pabellón Real (ya presupuestadas y ejecutadas), el Museo Bellver, la muralla de la Macarena y hasta la capillita de San José. El Alcázar sería como un Robin Hood, que sacude a los turistas para salvar el patrimonio pobre. Aunque también se financiará el centro de la memoria histórica en Ranilla. ¿Esto último es patrimonio cultural? Parece que sí, o eso dicen.

La oposición ha encontrado una grieta para atacar la fortaleza del PSOE. Ciudadanos ha denunciado un desvío de dinero a “administraciones paralelas”. Es decir, para enchufes. El problema no lo tenemos porque se enfangue la gestión del Alcázar (y la del ICAS), sino porque tres millones de euros no se pueden asignar alegremente, en plan de ahí van mis huevos de oro. Por lo que urge garantizar su destino, con un plan realista, y sin tentaciones de desvíos, cumpliendo la finalidad para la que subieron el precio de las entradas.

José Joaquín León