LA Hermandad de la Macarena ha informado del relevo de Pepe Hidalgo, que deja la dirección de la banda de cornetas y tambores de la Centuria para hacerse cargo de la banda juvenil. Esto, así enunciado, suena a guasa. Es como si dicen que Quique Setién deja de entrenar al Betis o Pablo Machín al Sevilla para hacerse cargo de los juveniles. Pero la comparación es odiosa, porque esos entrenadores no dominan el arte del redoble del tambor, ni llevan 50 años tocando en la Centuria Macarena. Ni forman parte del patrimonio inmaterial de la ciudad, lo reconozcan en la Unesco, o donde sea que se incluya el tesoro del redoble.

Es una forma rara de celebrar las bodas de oro de Pepe Hidalgo como maestro del tambor. Esto es mucho más importante de lo que parece. Esto es una cuestión de supervivencia musical de la Semana Santa. Esto tiene más trascendencia que cambiar a un capataz, por muy bueno que sea. Al cumplir las bodas de oro, uno se puede retirar, y eso se entendería. Pero es más difícil de entender que pase a dirigir la Centuria juvenil. Y suena pintoresca esa aclaración de que se le permitirá salir el año que viene si Dios quiere (y si Pepe Hidalgo también lo quiere) tocando con los armaos en la Madrugada del Viernes Santo de 2019. Pues faltaría más.

Su redoble ya es mítico. Pero detrás está la supervivencia del estilo de la Centuria Macarena como banda de cornetas y tambores. Son los últimos intérpretes de la sencillez detrás de un paso de Cristo. Vivimos tiempos en los que las bandas de cornetas y tambores, después de criticar a las agrupaciones musicales, las imitaron. Y yo he visto cornetas y tambores, acompañando pasos que reviraban en la calle Rioja, por ejemplo, a los sones de lo que parecía una música de película yanqui de intriga, y con unos redobles patéticos, y la gente rompía a aplaudir.

Mientras eso proliferaba, la banda de la Centuria se iba quedando sin cofradías en Sevilla. Porque estaban antiguos. Porque Pepe Hidalgo toca muy bien el tambor, pero eso ya no se estila. Porque nadie se acuerda tampoco de la corneta del brigada Rafael. Por la evolución. Porque las bandas de música también tienen sus conflictos, como las cuadrillas de costaleros.

Puede que ya sólo queden el tambor de Pepe Hidalgo y las esencias. Puede que sea el fin de un tiempo. La muerte del tambor, estrangulado por el corneterío histérico/sinfónico en una esquina.

José Joquín León