A pesar de lo que indica el padrón y lo que reconocen las estadísticas, Sevilla capital se acerca al millón de habitantes. Por supuesto, entendiéndolo como personas que la habitan de hecho, no de derecho. Hay un desfase importante, que asume el Ayuntamiento, y que perjudica a los 690.566 empadronados en Sevilla. Con sus impuestos costean servicios de los que se benefician otros. No se trata de algo anecdótico, sino que tiene una repercusión económica negativa para la ciudad.

Aún se recuerda aquella campaña de los 700.000 habitantes para Sevilla. Con la publicación del último padrón, se ha destacado que la población actual es semejante a la que había a principios de los 90, cuando era alcalde Alejandro Rojas-Marcos. Es decir, que la ciudad está como hace 25 años. Pero, tras la Expo 92, hubo un crecimiento notable. El tope fueron los 719.568 habitantes de 1995, coincidentes con el último año de Rojas-Marcos. Con Zoido se bajó el listón de los 700.000 desde 2014. En 2016, ya con Juan Espadas, hubo una pérdida de 3.312 habitantes, la mayor de las capitales andaluzas.

¿Y dónde se han ido? En paralelo al declive de Sevilla está la expansión de todo el entorno, empezando por Dos Hermanas, que ya ha superado el listón de los 130.000. Se ha publicado que ahora quieren potenciar el turismo en territorio nazareno, como si no hubieran llegado ya miles de turistas sevillanos para vivir en su término. Si se añaden los 75.000 de Alcalá de Guadaíra, más los del Aljarafe (donde un municipio favorecido por el Metro, como es Mairena, ya supera los 45.000) se aprecia claramente que se intensifica la migración masiva al entorno de Sevilla.

La típica historia de las ciudades dormitorio en el anillo de las grandes capitales. Sin embargo, en Madrid, Barcelona y Valencia ha aumentado este año la población empadronada. Algo falla en Sevilla. No es sólo la escasa oferta de empleo. También afecta  a esas personas que trabajan en la ciudad y viven en otros municipios.

Conseguir que Sevilla llegue al millón de habitantes, como se auguraba en otros tiempos utópicos, ya parece imposible. Sin embargo, en la realidad cotidiana (y no digamos durante la Semana Santa, la Feria y la Navidad) no está tan lejos. Lo que falta es adecuar la teoría a la realidad. Y eso pasa por adaptar los servicios a la estructura demográfica de la verdadera Sevilla, que es una ciudad metropolitana.

José Joaquín León