LAS iglesias sevillanas también están sometidas a los vaivenes de las modas. De repente se habla de un templo que está abandonado desde hace años (por ejemplo, la iglesia del convento de Santa Clara), pero después vuelve a quedar tapado por el manto polvoriento del olvido. Es el caso de San Hermenegildo. Con este templo nadie sabe lo que hacer. En realidad, nadie lo quiere. Es un caso en que la Iglesia, por un lado, y el Ayuntamiento, por otro, han jugando al ping-pong, echándose la pelotita unos a otros, de modo que lo mismo sirviera para una capilla o para una sala de arte moderno. Conclusión: no sirve para nada.

Una de las ilusiones del alcalde, Juan Espadas, sería acabar su mandato con una solución para la antigua comisaría de la Gavidia y San Hermenegildo. Es curioso que ahora sea incluido en el mismo paquete, como un 2x1, en plan de “si me compras la comisaría, te llevas de regalo San Hermenegildo”. Allí, en teoría, se abriría un Museo Histórico del Parlamento de Andalucía, cuya utilidad es discutible.

La historia de este templo es curiosa, porque lo mismo lo fue como dejó de serlo. La iglesia se construyó entre 1616 y 1620, y estaba al lado de la parroquia de San Miguel, derribada hace un siglo y medio, por culpa de la revolución Gloriosa de 1868. Pero San Hermenegildo no era una parte de ese templo desaparecido, como algunos creen. En sus orígenes fue uno de los seis edificios jesuitas en la ciudad. Pero también acogió provisionalmente a las Cortes españolas del Trienio Liberal, durante un mes y pico de 1823. Más recientemente, desde 1985 a 1992, fue sede del Parlamento de Andalucía, antes de que fuera trasladado al antiguo Hospital de las Cinco Llagas. Si no existiera la autonomía de Andalucía, ¿qué hubiera pasado con las Cinco Llagas? Miedo daría, sólo de pensarlo. Gracias a la autonomía se han salvado las Cinco Llagas y el Palacio de San Telmo, para que digan que no sirve para nada.

Pero no se salvó San Hermenegildo. Ese templo pudo acoger al Gran Poder (que lo tanteó, antes de construir su basílica en la plaza de San Lorenzo) y a Pasión (que salió de allí en 2003) y al Consejo de Hermandades y Cofradías (que no se atrevió a mudarse). A día de hoy, ninguna hermandad, ni mucho menos el Arzobispado, ha mostrado interés.

Y ese es el gran problema de San Hermenegildo: que nadie lo quiere. Ni los cofrades, ni los curas, ni los culturetas, ni los políticos, ni los hoteleros… Nadie, que se sepa. Por eso, lo pusieron de oferta, a ver si cuela lo del Museo del Parlamento. Así convierten en polvo las glorias del mundo.

José Joaquín León