EN contra de lo que algunos suponían, creo que las elecciones del Consejo General de Hermandades y Cofradías han servido para fortalecerlo. Personalmente, tanto el nuevo presidente, Francisco Vélez, como el otro candidato, Antonio Piñero, se han comportado como unos señores. Ellos sí han dado un buen ejemplo. Han lidiado una situación que era delicada, al enfrentarse en las urnas y con focos el hasta ahora tesorero con el hasta ahora presidente en funciones. Piñero había heredado el cargo como vicepresidente que era; y en una decisión que le honra (coherente con lo que pensaba en tiempos del Consejo anterior) prefirió someterse a una votación, en vez de atrincherarse en seguir sin refrendo explícito. Sabiendo que podía ganar o perder.

El resultado final ha sido algo más amplio de lo que se esperaba: 64 a 55. Esta diferencia de nueve votos es superior a las anteriores elecciones del Consejo. El voto en blanco (se rumoreaba que sería abundante) se quedó en sólo cinco; es decir, en la insignificancia, pues en ningún supuesto hubiera alterado el candidato ganador. Votaron las 124 hermandades.

Basta con hacer las cuentas para entender que Paco Vélez no ha ganado sólo con el voto de las hermandades de gloria. Se supone que partía de entrada con el hándicap de los ocho votos del Martes Santo en contra, según se había difundido. Es posible que eso le haya beneficiado, por cierto. Sobre todo se debe elogiar que ha ido con la verdad por delante: ha dicho lo que realmente piensa, sin dar coba a los hermanos mayores, que no son infalibles como el Papa, sino de carne, hueso y pescaíto. También ha reconocido que el Consejo necesita recuperar el prestigio perdido. No sólo con las hermandades, sino en la ciudad  y dentro de la Iglesia diocesana.

Paco Vélez puede ser un gran presidente del Consejo. Aplica, como norma, el sentido común. Se ha opuesto, sin disimulos, a las pamplinas que han planteado en los últimos años. Está vacunado contra las novelerías y los experimentos cuyo final se intuye. Es realista, pero aspira a mejorar lo mejorable. En la economía del Consejo ha reducido gastos y ha optimizado la aportación para las cofradías, con una gestión ajustada y pragmática.

En su casa de la calle Martínez Montañés, donde recibía, se han quedado muchos secretos de esta campaña. Quizá las últimas claves de lo que ha ocurrido. También el recuerdo de alguna noche de sufrimiento, de tristeza y hasta de hostilidades. Pero al fin le queda la responsabilidad de que su verdad le hace libre. Y, además, presidente del Consejo de Cofradías.

José Joaquín León